Casa Llena

Un espectáculo llamado Pete Rose

“La suerte está echada”

Julio César

Como consecuencia del escándalo que generó la indebida práctica del robo de señales, gracias al uso de monitores de televisión que hicieron valer los Astros de Houston en la Temporada 2017 y que salió a luz pública antes del inicio de la acortada temporada del 2020, otras tristes y lamentables historias que han atentado contra la integridad del béisbol han vuelto a ser recordadas.

De toda esa lista de agravíos y máculas que ha padecido el béisbol, en los que se incluye a las Medias Blancas de Chicago que se dejaron ganar en la Serie Mundial de 1919 para favorecer a los apostadores, o el uso indiscriminado de estorides al final de la década de los ochentas y el principio de los años noventa, ninguna ha sido tan desafortunada como la que provocara Pete Rose, quien hace tan sólo unos días cumplió los ochenta años de edad.

Para las nuevas generaciones al Rey de los Deportes y en especial para quienes desconocen la carrera deportiva de Rose, vale mucho la pena conocer su historia, sobre todo ahora que tras descubierta la trampa de los Astros el comisionado de las Ligas Mayores, Rob Manfred, hubiese decidido por íncreible que parezca, no sancionar, ni suspender a los jugadores del equipo de Houston por las trampas y abusos cometidos durante la temporada 2017 y únicamente haber multado y suspendido en forma tenue y muy por debajo de la gravedad de los hechos tanto a la organización de los Astros de Houston, como al manager y coaches del equipo involucrados en esa trampa, que a la postre les permitió ganar aquella Serie Mundial.

Y es que no ha habido un jugador de las condiciones de Pete Rose en las Ligas Mayores desde su retiro en 1986, sus números y logros ofensivos sólo pueden ser comparados con los del legendario, admirado, temido y distinguido miembro del Salón de la Fama: Ty Cobb.

Rose que con su juego y talento se ganó a pulso un lugar en el recinto de los inmortales del béisbol, no ha podido ver materializado ese anhelo por su notoria y reiterada mala conducta como manager-apostador, que le marginó de todo reconocimiento y presencia en el béisbol organizado desde que fue descubierto apostando a los juegos de su propio equipo. Una determinación que en forma elocuente ha permitido constatar la vigencia de la ley de la causa y efecto.

Siempre espectacular, al límite, poseedor de una extraña capacidad para combinar su conocimiento del juego con un actuar temerario y retador, dieron por resultado que el oriundo del estado de Ohio se ganara en un abrir y cerrar de ojos la admiración de los aficionados y el respeto de sus compañeros de juego. Su combativa presencia y la constancia a lo largo de 23 años de servicio fueron las claves que le permitieron implantar marcas individuales y atesorar envidiables números que han dejado de manifiesto su carácter y entrega en los parques de pelota.

Rose jugó su temporada de novato para Cincinnati en los jardines y fue merecedor del premio de Novato del Año de la Liga Nacional en 1963 por su destacado bat; tras ese logro inicial pudo establecerse como el tercera base y primer bate y referente de uno de los mejores equipos de todos los tiempos, la denominada Máquina Roja de Cincinnati que dirigiera brillantemente el manager Sparky Anderson, quienes ganaron en forma consecutiva las Series Mundiales de 1975 y 1976 al venecer a Boston y Nueva York. Una novena única e irrepetible que contaba también con la presencia de los ahora miembros del Salón de la Fama, el catcher Johnny Bench, el recientemene fallecido segunda base Joe Morgan y el primera base cubano Atanacio “Tany” Pérez, jugadores que hoy en día sería prácticamente imposible sostener en una misma nómina, por los inconmesurables sueldos que hubiera cobrado esa cuarteta.

Para el inicio de la temporada de 1979, Rose cambió de franela y se convirtióa los 38 años de edad en el jugador mejor pagado de las Ligas Mayores al integrarse a los Phillies de Philadelphia, equipo con el que obtendría su tercer anillo de Serie Mundial al ganar merecidamente el campeonato de la temporada 1980, ya fungiendo como el veterano primera base de su nuevo equipo.

Hay que resaltar que pese a la exigencia física que demanda el juego de béisbol, donde se requiere ser forzosa y necesariamente un atleta para destacar y estar todos los días en la alineación, ningún pelotero ha llegado a jugar en los diamantes con la intensidad y determinación con la que Rose lo hizo, confirmando que su estilo de juego, hoy en día, es una práctica profesional en desuso.

Una de las hazañas más celebradas y reconocidas de la carrera deportiva de Pete Rose, y que define esa forma de jugar que les comento, tuvo lugar en un juego de la temporada de 1980, en la que logró robarse una misma entrada tanto la segunda base, como la tercera base y el home ante el asombro de los aficionados y que sólo pocos y contados jugadores han logrado, entre los que destacan el ya mencionado Ty Cobb y Honus Wagner.

Resulta por demás imposible olvidar su bateo oportuno, inteligente, de contacto, haciendo siempre lo suficiente y necesario para estar en las bases, así como sus épicas barridas en tercera base materialmente volando como Superman y  sus fuertes encontronazos en el plato sin medir las consecuencias y siempre con la obsesión de anotar, aun exponiendo su integridad o la de sus rivales de juego. Algo que a partir de la temporada de 2014 es severamente sancionado al haberse prohibido las barridas y encontronazos en el home con objeto de proteger a los receptores.

De las marcas individuales de Rose destaca el haber bateado 200 ó más hits en 10 temporadas, el haber participado en 17 Juegos de Estrellas, el haber obtenido en tres ocasiones el título de bateo de la Liga Nacional, así como haberse retirado del béisbol organizado con un procentaje de bateo de .303 y el haber anotado 2,165 carreras en su brillante carrera como jugador.

Tras su exitoso paso por Filadelfia, Rose regresó a los Rojos para jugar sus últimos encuentros, ya bajo la modalidad de manager-jugador, con el único propósito de romper el récord de más hits conectados en el béisbol organizado (4,191 hits) que le pertenecía a Ty Cobb. Objetivo que logró cumplir en los últimos días de la temporada de 1985.

Un año después, se retiró del béisbol para iniciar lo que se esperaba fuera un camino fácil al Salón de la Fama del béisbol, pues al día de hoy, no hay un jugador profesional de las Ligas Mayores que haya conectado tantos o más hits que Rose (4,256) y que tuviera una tan meritoria carrera para obtener ese reconocimeinto.

Sin embargo, la historia de Rose tiene un lado oscuro, visible, tangible y que aún con el paso de los años no tiene perdón, ni redención. No podemos hablar de un complot o de una extraña maquinación por perjudicarlo con objeto de quitarle la gloria que se ganó en los campos de juego a lo largo de más de dos décadas, ya que lamentablemente fue Rose quien decidió acabar consigo mismo.

Apostar puede ser considerado como un defecto, un vicio, una adicción e incluso una enfermedad y requiere voluntad y disciplina para ser corregida y superada; otros grandes del juego de béisbol fueron empedernidos apostadores en los caballos y las cartas, incluso el más grande jugador de basquetbol de todos los tiempos, Michael Jordan, en sus ratos de ocio llegó a apostar hoyos de golf de hasta cien mil dólares, sólo por la adrenalina que le producía hacerlo. Pero Pete Rose tuvo el descaro y la insensatez de apostar en los juegos de su propio equipo cuando era manager, y hacerlo a nombre propio hasta que fue descubierto y exhibido públicamente. 

Sus acciones no sólo rebasaron los límites de la cordura, sino que demostraron ser un signo inequívoco de estupidez,  estupidez que aún está pagando con creces al estar marginado del juego y de todo reconocimiento, pues tras comprobado el hecho, el entonces comisionado del beisbol, Bartlett Giamatti, lo suspendió de por vida del béisbol al haber atentado contra la integridad y honorabilidad del juego con sus acciones.

Desde aquel entonces querido lector, han pasado más de 30 años en los que Rose ha estado entre las tinieblas y el olvido. Años en los que incluso ha contribuido a la destrucción de su propia imagen y recuerdo, por los desafortunados y fallidos intentos por limpiar su imagen. Y triste es, saber y sentir que la gran mayoría de los aficionados que le vieron con admiración jugar lo han olvidado, como también han olvidado su número (14) que orgullosamente portaba en el uniforme; ni que decir de las nuevas generaciones que jamás lo vieron jugar y competir ,ya que para ellas es simplemente inexistente en su memoria.

En esta penosa historia, el otrora imbatible jugador, tiene la esperanza de que el comité de veteranos que designa a los miembros del Salón de la Fama del béisbol tras de haber culminado su período de eligibilidad, pase por alto que en sus tiempos de manager fue un tramposo y le dé cabida, donde hoy no la tiene, al más notable bateador de contacto de todos los tiempos y al más intenso y vibrante jugador del béisbol profesional de los últimos 50 años.

Pero a decir verdad y no por ser portador de malas noticias, en el caso de Pete Rose no obstante su brillante carrera, su futuro está más que decidido.

casallena@live.com.mx