Casa Llena

Martín Dihigo, "El Maestro"

Antonio Canseco

“Una cosa es saber y otra saber enseñar”

Cicerón

En la ya larga y casi centenaria historia de la Liga Mexicana de Béisbol existen jugadores de gran renombre y logros deportivos, poderosos bateadores, habilidosos peloteros de cuadro, destacados jardineros, respetados receptores y célebres lanzadores que le han dado prestigio y renombre al juego de pelota en nuestro país y a la par cientos de emociones a los aficionados.

De todos los que yo puedo ser capaz de comentar o recordar ninguno ha reunido mayor capacidad y talento que Martín Magdaleno Dihigo Llanos, un pelotero de los pies a la cabeza, a quien sus propios compañeros de equipo y profesión tanto en las Ligas Negras de los Estados Unidos como en nuestro país y el resto de las Ligas profesionales donde jugó temporadas de invierno o verano en tres distintas décadas con respeto y profunda admiración le llamaban: El Maestro.

Martín Dihigo nació en Matanzas, Cuba en 1905, fue hijo de un excombatiente de la Guerra de Independencia de su país, que terminó ganándose la vida trabajando en los ingenios azucareros de ese Municipio y Provincia de la Isla del Caribe. Desde muy joven Martín destacó tanto por su fortaleza física 1.93 metros de altura y más de noventa kilos de peso como por sus habilidades para jugar al béisbol. A los 18 años de edad ya había migrado a los Estados Unidos y era el referente del equipo denominado Estrellas Cubanas que competía exitosamente en las llamadas Ligas Negras. Sobrio, perfeccionista, dedicado de su profesión, que sin lugar a dudas dignificó y vivía con orgullo pese a los constantes actos de segregación y discriminación que tenían que soportar en el vecino país del norte, es a la fecha el único jugador en la historia profesional del béisbol en haber jugado y dominado las nueve posiciones del campo de juego e incluso de haberse dado el lujo y gusto de jugar cada una de las posiciones en el campo de juego en un mismo encuentro de béisbol varias veces a lo largo de su espectacular carrera.

Los relatos y las crónicas de quienes tuvieron la fortuna de verlo e incluso los comentarios de otras grandes estrellas del diamante que guió e impulsó y que lograron hacer equipo en las Ligas Mayores lo recuerdan como el jugador más completo, versátil y cerebral que haya pisado un terreno de juego. Logrando ser gracias a su ejemplar carrera dentro y fuera de los terrenos de juego un referente para sus de compañeros de profesión. Dihigo era capaz de lanzar un juego sin hit ni carrera y a la par obtener un campeonato de bateo, dueño de un portentoso brazo derecho con el que solía dominar a sus rivales de juego cuando desde el montículo daba cátedra, pero además ser bateador de poder que infundía en sus compañeros respeto y orgullo por la profesión, forjador de nuevo talento y sin lugar a dudas una leyenda del béisbol no sólo en Cuba sino en todo el mundo y uno de los pocos y contados beisbolistas que a pesar de nunca haber jugado en las Ligas Mayores que es miembro del Salón de la Fama de Cooperstown desde 1971 por sus contribuciones al juego de pelota.

Querido lector, una de las profesiones más nobles sobre la faz de la tierra es la de maestro, docente o educador, quien es capaz de transmitir su conocimiento a otros, es sin lugar a dudas factor de bienestar y progreso. Quien es capaz de formar a otros y de brindarles los elementos necesarios para ser mejores personas, merece definitivamente un lugar de reconocimiento permanente. Es por ello, que al coincidir este recuerdo y recuento de la Liga Mexicana de Béisbol con el "Día del Maestro" he decidido presentar algunos de los logros y habilidades del beisbolista profesional más apto y dotado de todos los tiempos: "El Maestro"  y también inmortal, Martín Dihigo.

Tras su temprana salida de Cuba, Dihigo se estableció en los Estados Unidos donde jugó durante 10 temporadas en las Ligas Negras para las ya comentadas Estrellas Cubanas y también para las franelas de los Homestead Grays y Hillsdale Athletic Club, logrando un promedio de bateo de .301 en su carrera, con 63 jonrones y 201 carreras impulsadas, en ese béisbol sumante competido el joven pelotero cubano era toda una estrella, pero cansado de los malos tratos, las constantes humillaciones y los actos discriminatorios que le impedían ser tratado en forma digna decidió trasladarse a México para continuar su carrera deportiva e incluso participar en las ligas invernales de su natal Cuba, así como en la República Dominicana y Venezuela.

Entre los años 1937 a 1944, y posteriormente en las temporadas de 1946 y 1947, Dihigo jugó en la Liga Mexicana de Béisbol, lugar donde definitivamente desarrolló el mejor de su béisbol en su brillante carrera deportiva. Liberado de los malos tratos el juego de Dihigo floreció y su elegante forma de vestir en los días de asueto o previo a los encuentros vinieron a dignificar su profesión y presencia en el ánimo de los aficionados.

En su temporada de novato eclipsó a la competida Liga Mexicana, se hizo de un nombre y su prestigio fue reconocido tanto como lanzador abridor como jugador de campo y eficaz bateador; su presencia y juego lograron hacer del equipo veracruzano un conjunto ganador y hasta campeón de la LMB.

Después que el Águila de Veracruz ganó el campeonato de 1937 al Agrario en la capital del país que tenía en su filas al también histórico lanzador cubano Basilio “El Brujo” Rossell con la increíble actuación del formidable Martín Dihigo, que ganó cada uno de los tres juegos del play off en una serie de cinco y completó cada uno de los partidos, el equipo capitalino buscó para 1938 un pitcher de gran calidad que puediera vencer a la estrella cubana. En ese tiempo solo había disponible un lanzador que se le podía comparar en talento y destreza que no jugara en las Ligas Mayores, el formidable Satchel Paige, considerado por muchos como el mejor lanzador que hubo en las Ligas Negras, representando a los Monarcas de Kansas City.

Los arreglos se hicieron y para la temporada de 1938 Paige vino a jugar a la Liga Mexicana de Béisbol para el Agrario, por lo que el anhelado duelo de lanzadores se pudo materializar en el mes de septiembre de esa histórica temporada. Por espacio de seis entradas los dos pitchers impusieron ceros en la pizarra, aunque se le notaba más dominante a Dihigo en el montículo, Paige utilizó su vasto repertorio de lanzamientos incluyendo su famosa bola submarina para mantener el duelo de pitcheo ante un abarrotado Parque Delta que fue testigo del histórico encuentro.

Finalmente los del Águila de Veracruz en la fatídica séptima entrada abrieron el marcador y terminaron por ganar el encuentro 3-1. Ese importante día Dihigo recetó 12 ponches y lanzó toda la ruta para llevarse el duelo de pitcheo que unió por única vez a dos inmortales del béisbol. Tres días después de esa sonora victoria, el Águila obtendría su segundo campeonato gracias a una de las duplas cubanas más exitosas de todos los tiempos el manager Agustín Verde y el hombre orquesta Martín Dihigo.

Esa de 1938 fue la mejor temporada para Dihigo en México Sus estadísticas ese año fueron sobresalientes, tanto en el pitcheo como en el bateo. Dihigo tuvo el mejor porcentaje de bateo en la liga, con .387, y como lanzador se anotó 18 ganados y un porcentaje de carreras limpias admitidas de 0.90 y con 184 ponches. Además de haber logrado la primera de sus dos triples coronas de pitcheo y haber conseguido el primer juego sin hit ni carrera en la historia de la Liga Mexicana de Béisbol.

En la temporada de 1942 el equipo Unión Laguna de Torreón lograría su primer campeonato de su historia, bajo el mando del veterano Martín Dihigo, quien fue manager-jugador de ese histórico equipo. Ese año el cubano se recuperó de las dolencias en el brazo del año anterior para terminar ganando, por segunda vez en Liga Mexicana, la triple corona de pitcheo, al ser líder en efectividad con 2.53, el primero en ganados y perdidos con 22-7 para .759 en porcentaje y fue líder en ponches con 211. Por cierto que es Martín Dihigo el único jugador en la historia de la LMB que ha ganado en dos ocasiones la triple corona de pitcheo.

En 1943, ya con 38 años de edad, al frente de un equipo en la liga invernal de la República Dominicana, Dihigo enfrentó a la gran estrella de los gigantes de Nueva York, Johnny Mize, quien tras los encuentros celebrados consideró a Dihigo no obstante su veteranía como el mejor jugador de béisbol que jamás hubiera existido.

Orestes “Minnie” Miñoso, el primer afrocubano en jugar en la MLB ya fallecido e indiscutible estrella de los Medias Blancas de Chicago que este verano será integrado al Salón de la Fama de Cooperstown comentó alguna vez, que cuando era niño el gran Martín Dihigo le dejó llevar sus zapatos y su guante hasta el campo de juego, siendo así la única forma como pudo entrar al estadio de béisbol cuando era un niño. Con el paso de los años esa gran estrella amable y generosa que era admirada y respetada se habría de convertir en su mentor y en la persona que el propio Miñoso afirma, le enseñó a jugar correctamente.

Esa vida de logros y hazañas deportivas, donde Dihigo se distinguió por sus enseñanzas, llegó a su fin a los 65 años de edad, en su natal Cuba, una Cuba ya comunista y con Fidel Castro como su líder abosluto en la que el ídolo de Matanzas fungía como un importante funcionario del partido Comunista enfocado a la promoción y fomento deportivo en la Isla caribeña y especialmente del Rey de los deportes.

CÍRCULO DE ESPERA

Ayer domingo en el juego entre los locales Piratas de Pittsburgh y los visitantes Rojos de Cincinnati ocurrió un accidente deportivo que rara vez se presenta en un juego de béisbol. Solían decir y repetir los cronistas de antaño que las grandes tragedias en el béisbol suceden con dos outs, pero hay derrotas trágicas en la historia de la MLB, pero pocas y contadas como la vivida por los Rojos de Cincinnati en el campo de los Piratas, pues además de frustrante y casi irrepetible debe catalogarse como una de las más dolorosas de que pueda ser objeto un equipode béisbol. ¿Se pueden imaginar perder un juego sin hit? Perder un juego en que los lanzadores del equipo derrotado fueron capaces de mantener al equipo rival a lo largo de todo el encuentro sin conectar un imparable y aún así perder el encuentro. Por increíble y absurdo que parezca, eso fue lo que sucedió entre Piratas y Rojos que no obstante contar con la gran salida del novato sensación Hunter Greene (7.1 entradas) sin hit y del relevista Art Warren (dos tercios de entrada) sin hit, terminaron perdiendo el encuentro una 1-0. Este extraño resultado en un juego de pelota comprueba la vigencia de la máxima deportiva que temporada tras temporada repetía en sus crónicas y comentarios Pedro “El Mago” Septién: “contra la base por bolas, no hay defensa” y en efecto, no la hay.

casallena@live.com.mx