Casa Llena

Los jugadores de un solo equipo, una especie en extinción

“Pocas cosas hay en la vida más frágiles que la lealtad y la fidelidad. Tan pronto como la tengamos de alguien, la podemos perder”

Sharnay

Muchas veces en la vida profesional se deben tomar decisiones que forzosa y necesariamente implican cambios, ajustes y modificaciones, no sólo a tareas y proyectos encomendados, sino también en lo relativo a la continuidad y permanencia en una fuente de trabajo o con un empleador.

En el caso de los deportes y de manera específica del béisbol además de lo ya comentado, otros factores se suman para provocar que temporada tras temporada se produzcan este tipo de decisiones de carácter personal o econonómico que en la mayoría de los casos culminan con la separación, ruptura o simplemente con el fin del vínculo laboral que unía a un beisbolista con la organización y equipo que le dio su primera oportunidad en las Grandes Ligas.

El béisbol desde fuera pudiera parecer a muchos un paraíso donde los buenos sueldos y los beneficios económicos son inagotables, sin embargo, lejos esta de ser esa la realidad para un importante número de jugadores jóvenes y veteranos a los que el fin de cada temporada se convierte en un dolor de cabeza y en la latente preocupación respecto a la continuidad de sus carreras, especialmente cuando se trata de beisbolistas que no constituyen la élite de sus equipos, pero que definitivamente son necesarios para que la maquinaria y el engranaje de una novena de la MLB funcione en forma adecuada. Si a eso advertimos el breve y limitado período de tiempo que dura una carrera deportiva a nivel profesional, es evidente que la presión aumenta y en muchos casos abruma y consume a los jugadores en los recesos invernales.

Circunstancias como las ya comentadas muchas veces los obligan a asumir la actitud de viajeros frecuentes dispuestos a cambiar de aires y de equipo con tal de permanecer en las nóminas de la mejor liga profesional de béisbol del mundo.

A ese complicado panorama debemos además añadir otras variables, ahora más comunes y frecuentes como las lesiones que inciden y afectan el destino e ingresos de un importante y significativo número de beisbolistas profesionales, así como sus conductas fuera del terreno de juego, que también han llegado a ser factor en el futuro laboral, económico y deportivo de un importante número de jugadores.

Querido lector, si por el contrario pusieramos únicamente nuestra atención en los beisbolistas más talentosos y privilegiados, es decir, los que conforman la punta más alta de la pirámide laboral, también resultará fácil de entender que la estabilidad, la continuidad y lo que aficionados y cronistas suelen llamar: amor a la camiseta, son conceptos y compromisos de complicada realización. Factores del mundo capitalista como la oferta y la demanda plenamente materializados en el béisbol en un ejercicio al que civilizadamente los dueños de los equipos han denonimado: Agencia libre y que no es otra cosa que la posibilidad de realizar ofertas de trabajo y de salarios en un mercado libre, competitivo y voraz a jugadores que ya han cumplido un número mínimo de años de servicio en la MLB han hecho prácticamente imposible la fidelidad a un equipo y colores.

Además de lo ya comentado, en algunas ocasiones las negociaciones de trabajo y salario llegan a complicarse y hasta salirse de control por aparición de variables como la ambición, la codicia y hasta la vanidad tanto por parte del empleador, como de los jugadores y que constituyen casos que generalmente terminan por dirirmirse a través del arbitraje. Pero estas nos son todas las variables a considerar, pues obligado es añadir la presencia de representantes, así como de grandes despachos de abogados y negociadores que son contratados ex profeso por los jugadores con las mejores expectativas económicas para renovar sus contratos de trabajo y a la par definir y lidiar con otros aspectos colaterales a sus vidas deportivas tales como los ingresos por publicidad y la selección de los patrocinadores de toda clase artículos y productos, incluso muchos de ellos ajenos a su práctica deportiva, así como la obtención de ingresos por otros conceptos menos claros y muy lucrativos como los derechos de imagen o incluso la creación de fundaciones que además de aportar y contribuir en beneficio de la colectividad y de dejar de manifiesto la solidaridad y compromiso de ciertos peloteros por determinadas causas, también cumplen con la no despreciable función de disminuir sus obligaciones impositivas. Por todo ello, resulta claro de entender que la posibilidad de que un beisbolista de élite pueda permanecer leal a una organización o equipo durante toda su carrera deportiva es muy reducida, por no decir, que francamente nula.

Basta tomar en cuenta lo que sucede en la actualidad con un importante grupo de super estrellas del béisbol que tienen en su haber dos o más equipos, para muestra los lanzadores abridores: Cole, Ohtani, Snell, Eovaldi, Scherzer, Verlander, Sale y Gray, pero que también sucede con jugadores de campo y grandes bateadores como en los casos de: Harper, Betts, Freeman, Soto, Stanton, Machado, Turner, Arenado, Lindor, Realmuto, Correa, Bogaerts, Seager, Rendon por tan solo mencionar algunos que habiendo sido figuras indiscutibles de la novena que les dio su primera oportunidad en la MLB hoy brillan y defienden otros colores en aras de continuar sus carreras al alza.

No obstante ello, existe otra cara dela moneda, pues a lo largo de la historia de la MLB ha habido un importante grupo de jugadores cuya lealtad y permanenecía a un equipo es sinómino de orgullo e identidad para los aficionados. Beisbolistas que de principio a fin de sus carreras visitieron un solo uniforme y dejaron profunda huella en los diamantes. Tan es así que hoy en día resulta dificil pensar en los Piratas de Pittsburgh y que a la mente no vengan los nombres de Bill Mazeroski (17), Roberto Clemente (18) y Willie Stargell (21) o en los Cardenales de San Luis e inmediatamente recordar a jugadores como Stan Musial (22), Bob Gibson (17), Adam Wainwrigth (18) y Yadier Molina (19), o en los Rojos de Cincinnati y en forma instantánea venir a la mente las hazañas de Johnny Bench (17), David Concepción (19) y Barry Larkin (19), algo que también sucede con Kansas City y sus estelares George Brett (21) y Frank White (18), o con los Mellizos de Minnesota y beisbolistas de la talla y trascendencia de Tony Oliva (15), Kirby Puckett (12), Kent Hrbeck (14) y Joe Mauer (15), o con Cleveland y el único e irrepetible lanzador que fue Bob Feller (18) o con los Bravos de Atlanta y Chipper Jones (19), o los Phillies de Filadelfia y el extraordinario tercera base Mike Schmidt (18), o de los Astros de Houston y Jeff Bagwell (15) y Craig Biggio (20) o de los Marineros de Seattle y sus preciadas joyas latinoamericanas Édgar Martínez (18) y Félix Hernández (15) o de los Tigres de Detroit y los destacados Al Kaline (22), Allan Trammell (20) y Lou Witaker (19) o de los Padres de San Diego y el formidable Tony Gwynn (20), o de los Cerveceros de Milwaukee y Robin Yount (20) o los Mets de Nueva York y David Wright (14) y los Nacionales de Washington y Ryan Zimmerman (16) o pensar en el ayer y en los legendarios Gigantes de Nueva York, que tienen largas décadas avecindados en San Francisco, pero cuyas méximas estrellas: Mel Ott (22) y Karl Hubell (16) dieron tanto lustre al béisbol, al igual que el lanzador abridor Walter Johnson (21) que hiciera época e historia con los también desaparecidos Senadores de Washington.

A mi no me cabe la menor duda que el aficionado agradece esa lealtad, lo mismo aquellos jugadores que tuvieron esa fortuna o que tomaron la buena decisión de permanecer en sus equipos de origen, pues dificilmente uno puede pensar en los Dodgers y no relacionar sus logros y trascendencia en el juego a nombres como los de Jackie Robinson (10), Don Drysdale (14), Roy Campanella (10) y Sandy Koufax (12) o en los Orioles de Baltimore y sus grandes estrellas Jim Palmer (19) y Brooks Robinson (23) o en los Yankees de Nueva York y figuras de la talla de Gehrig (17), DiMaggio (13), Dickey (17), Mantle (18), Munson (11), Guidry (14), Mattingly (14), Jeter (20), Williams (16) Posada (17) y Mariano Rivera (19) o en los Medias Rojas de Boston y jugadores estelares como Ted Williams (19), Karl Yaztrzemski (23), Jim Rice (16) Dustin Pedroia (14) o el capitán Jason Varitek (15), una importante lista de jugadores y de talento que han dejado muy en claro que el béisbol no es sólo una profesión bien pagada, sino también permanencia, lealtad, fidelidad y orgullo por un equipo.

Esa precisamente, es una de las poderosas razones por las que en este ejercicio no pueden quedar fuera los aficionados y seguidores de los 30 equipos de la MLB, pues su entusiasmo y presencia en los estadios temporada tras temporada, y el seguimiento que dan al juego a través de la televisión, los servicios de streaming, la radio, el internet, los periódicos y las redes sociales; al igual que con la compra de toda clase de productos y mercancía del equipo de su preferencia constituyen en buena medida el motor económico que permite que todo esto sea posible y que a la par se produzcan fenómenos como el de la identificación, la admiración y el sentido de pertenencia que tanto abundan en el mundo del béisbol.

Es entonces, cuando el concepto de lealtad a unos colores y la permanecia a un equipo resultan ser algo serio, muy serio y a la par tan lejano y distante de los temas económicos, no obstante el hecho de que son la mayor de la veces la razón y el factor que provoca la ruptura y separación de un jugador con su primer equipo.

Es por eso, que hoy en día todavía existe entre los aficionados al béisbol la gran duda y la expectativa de saber cuál será el destino que tendrán las carreras de jugadores que solo han vestido un uniforme y militado en un equipo como en los casos de Clayton Kershaw y los Dodgers, de Mike Trout y los Angelinos de California, de Vladimir Guerrero hijo y los Azulejos de Toronto, de Aaron Judge y los Yankees de Nueva York, de José Altuve y Alex Bergman y los Astros de Houston, de Rafael Devers y los Medias Rojas de Boston, de Brandon Crawford y los Gigantes de San Francisco, de Joey Votto y los Rojos de Cincinnati, de Charlie Blackmon y Colorado, del veterano Salvador Pérez y los Reales de Kansas City o de José Ramírez y los ahora Guardianes de Cleveland, pues se trata de jugadores fundamentales y emblemáticos en dichas novenas, de beisbolistas que han permanecido leales y vigentes a la organización que les dio su primera oportunidad y cuyos desenlaces laborales y deportivos sólo con el paso del tiempo los habremos de conocer. Mientras que eso no ocurra, lo único seguro que tendrán por delante los aficionados de esos equipos es la agonía y la incertidumbre que provoca el saber su decisión.

* El número que aparece entre paréntesis después del nombre de cada jugador, corresponde al número de temporadas que jugó profesionalmente para su equipo.

CÍRCULO DE ESPERA

El mes de febrero es desde 1976, el mes dedicado a recordar la Historia Afroamericana. Se trata de una conmemoración establecida mayormente para reivindicar y recordar los esfuerzos y tareas de importantes luchadores sociales como el Dr. Martin Luther King hijo, Rosa Parks y Malcolm X, pero a la par también una forma de rendir homenaje a las distintas generaciones de afroamericanos que lucharon contra la esclavitud y la adversidad para lograr la igualdad de derechos y la plena ciudadanía en la sociedad estadounidense. En el caso del béisbol y la MLB esta connmemoración y recuerdo es un ejercicio de permanente agradecimiento a quienes con su talento, entusiasmo, tenacidad y contribuciones deportivas lograron no solo engrandecer al béisbol de los Estados Unidos, sino de América Latina y en el que nombres y carreras como las de: Rube Foster, Buck Leonard, Joshua Gibson, Buck O´neil, Satchel Paige, James Bell, Willie Wells, Monte Irvin, Jackie Robinson, Larry Doby, Willie Mays y Hank Aaron siempre deben ser recordadas.

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