Casa Llena

La inspiración, los ejemplos de la infancia y el béisbol

“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan"

Antoine de Saint-Exupéry

Ha llegado el verano y con ello las vacaciones escolares, es tiempo de descanso y de romper con la rutina inherente a las actividades académicas. Se trata por ende de una época del año dedicada mayormente a la diversión y el entretenimiento. Es por ello, que esta vez querido lector he decidido escribir por y para un grupo de mis lectores que pocas veces me escriben y envían mensajes pero que sé que están ahí. Los nuevos aficionados al Rey de los Deportes y en muchos de los casos activos jugadores de béisbol los fines de semana en los diamantes de las diversas ligas infantiles que existen en nuestro país. Me refiero a los niños y adolescentes que en la búsqueda de información de su equipo favorito navegan por los contenidos de nuestra página Séptima Entrada y de vez en vez, se dan a la tarea de leer mis reflexiones.

A ellos les diré y también a los que como yo dejamos hace largo rato la niñez, que aunque no lo crean, yo alguna vez fui un niño. Uno en particular que solía divertirse y que encontraba en las actividades deportivas uno de sus mayores gozos y retos. En mi caso, tuve la fortuna de contar con un importante número de hermanos mayores con los que solía jugar no obstante la notoria diferencia de edades que existía y por los que tuve conocimiento de las reglas y los lineamientos de muchos deportes, juegos y actividades que practicamos, pero sobretodo de los que aprendí a desarrollarme y conducirme con absoluta lealtad. Un factor que sin duda alguna me ayudó a competir y destacar con los niños de mi edad, talla y peso.

Pero a la par tuve y tengo un hermano menor con el que compartí infancia, cuarto y un sin número de cosas y vivencias que hasta el día de hoy y pese a que han transcurrido un poco más de cuarenta años de aquellas tardes, aún nos une y vincula estrechamente lo vivido. Incluso pese al hecho y circunstancia de que hoy en día entre su casa y la mía nos separan cerca de 4000 kilómetros. Fue con mi querido hermano Mario, -saludos pitcher- con quien dí rienda suelta a toda clase de actividades deportivas. Generalmente solíamos llevarnos al límite de nuestras capacidades para vencer al otro y juntos construímos una sociedad casi secreta que nos hizo muy competitivos cuando teníamos que jugar en nuestras categorías y años escolares. En esas largas tardes compartidas de diversión en que vivíamos jugando y a la par desafiandonos, yo solía además de jugar -seguramente por ser el mayor- narrar a viva voz las acciones de lo que estuviéramos haciendo, ya fuera atrapar un elevado al pie de lo que simulaba ser la imponente barda de un parque de béisbol de las Ligas Mayores, y que otras tantas veces se transformaba en una flamante portería que yo defendía y que trataba de mantener imbatible de los disparos y remates de mi hermano. Y solo para hacerlo más creíble y real, me refiero a la narración, yo cambiaba mi nombre y me transformaba en otra persona, aún siendo yo mismo, una especie de alter ego capaz de hacer posibles aquellas jugadas. Seguramente mi hermano ahora se estará riendo o moviendo la cabeza, al recordar cómo solía llamarme a mí mismo, algo que me disculpo de antemano quedará en la absoluta privacidad de aquellos juegos infantiles, pero que me recuerda vivamente no sólo lo bien que lo pasamos, sino el hecho y ahora lo veo con mayor claridad de que ambos estábamos como le sucede a muchos niños que hoy son mis lectores en busca de ejemplos y de la inspiración suficiente para practicar nuestro deporte favorito.

En mi caso fueron dos jugadores de los Yankees de Nueva York los que marcaron mi niñez: Thurman Munson y Reggie Jackson mis ídolos infantiles. Ellos, fueron los jugadores que yo quería ser y cuyas acciones quería imitar en un campo de juego. Munson un gran catcher cuyo pundonor, corazón y entrega me marcaron profundamente, al igual que a toda la afición neoyorquina y quien lamentablemente en plenitud de vida y facultades murió en un accidente aéreo practicando despegues y aterrizajes con su pequeño jet en una pista del estado de Ohio, en un día de descanso de la temporada 1979 y el célebre Señor Octubre, Reggie Jackson uno de los bateadores más poderosos y temidos del béisbol y por ende una connotada estrella de los de Manhattan y de la MLB. Batear como Jackson pese a ser él zurdo y yo derecho al bat y vivir el juego con la intensidad que lo hacía Munson dominaron aquellos años de mi infancia en los que el béisbol tomó interés y relevancia para mí.

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En el caso de mi hermano sin duda alguna puedo afirmar que la inspiración y los ejemplos vinieron de tres grandes jugadores de su querido equipo los Phillies de Philadelphia. El gran tercera base Mike Schmidt, el lanzador zurdo y para mí el mejor slider de la MLB Steve Carlton y por supuesto el temido, intenso y polémico Pete Rose ya en su faceta de primera base y en sus últimos años de servicio, pero todavía con mucha gasolina en el tanque.

Por eso es que puedo entender perfectamente que hoy en día algunos de mis lectores infantiles quieran ser o jugar como: Shohei Ohtani, Mookie Betts, Bryce Harper o Aaron Judge, así como batear y correr las bases como Fernando Tatis hijo, Vladimir Guerrero hijo, Freddie Freeman, José Altuve, Ronald Acuña hijo, Corey Seager, Juan Soto, Mike Trout, Yordan Álvarez o nuestro paisano Randy Arozarena y por supuesto lanzar desde el montículo como Verlander, Cole, Strider, Kershaw, Ohtani, Wheeler o Yamamoto. Puedo asegurarles que esa identificación y admiración es una de las formas más genuinas, auténticas y valiosas de generar afición y a la par de hacernos disfrutar y sufrir el juego de pelota cada vez con mayor intensidad.

Definitivamente es en ese admirar, recrear e intentar copiar, es en ese esfuerzo por emular a los ídolos deportivos que nos es posible encontrar nuestra propia voz, estilo y aproximación al juego de pelota, por eso es válido hacerlo, ya que los ejemplos de la infancia y la inspiración que nos provocan los que admiramos y seguimos se habrán de convertir con el paso de los años en las importantes razones y factores para encontrar nuestro camino y definir nuestros gustos y preferencias. Y aunque no soy quien para dar consejos, especialmente a ustedes mis lectores, me atrevo a escribir lo siguiente en razón de mi propio aprendizaje: sin importar la edad o el momento que vivan, hagan el esfuerzo suficiente y necesario por escuchar su voz interior, pues en buena medida guiará atinadamente sus destinos.

Pues esa es para mí la razón por la que hoy en día me he hecho el propósito de volver a jugar béisbol tras una larga ausencia. Quiero de nueva cuenta sentir en carne propia esa adrenalina. Los ejemplos y la inspiración me sobran, especialmente en casa y en familia. Son ellos, quienes en buena medida han alimentado en los últimos tiempos con sus quehaceres y ejemplos en mí este nuevo anhelo. Sin embargo, ninguno en casa ha hecho carrera en la MLB y aunque los tendré presentes cada vez que pueda tomar parte en un juego de pelota yo habré de tomar como inspiración y ejemplo: la integridad y fortaleza personal de Lou Gehrig, la sonrisa y el carisma de Babe Ruth, la elegancia y el swing de Joe Dimmagio, la capacidad de ganar y el ingenio de Yogi Berra, el talento y la versatilidad de Martín Díhigo, el bateo y capacidad de fildear con su mascota de Joshua Gibson, la rapídez en las bases de James Cool Papa Bell, la intensidad de Ty Cobb, la efectividad al batear de Ted Williams, el entusiasmo de Willie Mays, las ganas de sobresalir de Roberto Clemente, el coraje y amor propio de Jackie Robinson, la capacidad de retar al rival de Bob Gibson, la colocación y brazo de Johnny Bench, el pundonor y pasión por el juego de Thurman Munson, el liderazgo de Carlton Fisk, la alegría de jugar de Gary Carter, el poder tomar un turno al bat sin usar guanteletas como Jorge Posada, la serenidad y fortaleza mental de Mariano Rivera, la determinación y exigencia personal de Derek Jeter y por supuesto la capacidad de mirar al cielo de Fernando Valenzuela. Seguro estoy que todos esos ejemplos e inspiración me serán de gran utilidad para volver a encontrar mi juego y mi personal estilo de jugar y de vivir el béisbol y la vida.

CÍRCULO DE ESPERA

Han empezado los Juegos Olímpicos 2024 en París y debo afirmar que lo que he visto me ha cautivado. De manera especial el uso integral de esa hermosa e histórica ciudad. Un actuar que denota una meticulosa planeación y organización del certamen, así como una impecable ejecución. Además y por supuesto el esfuerzo deportivo de tantos y tantos atletas que están compitiendo. Pero me es necesario ser crítico y a la par levantar la voz ante Comité Olímpico Internacional que en forma por demás errónea ha desplazado al béisbol y al softbol de la máxima competencia deportiva del orbe y privilegiado actividades, que no deportes, como la patineta y el hip hop que en esta ocasión darán medallas. A este paso, pronto habrá competencias de canicas, matatena y bote pateado en los Juegos Olímpicos. En mi opinión, la ausencia del béisbol es resultado de un tema político y no deportivo y consecuencia de no haberse sometido a los designios de ese grupo de exquisitos que tienen el poder de decisión y que pomposamente se les denomina: Comité Olímpico. Se trata pues de un absoluto despropósito, de un error mayúsculo el haber marginado en esta ocasión al Rey de los Deportes, pero no todo está perdido, en cuatro años volveremos a ver el mejor béisbol y softbol del mundo en Los Ángeles y entonces será tiempo de reivindicación y de revancha estrictamente deportiva.

casallena@live.com.mx