Casa Llena

Joshua Gibson, la leyenda que finalmente llegó a los libros de récords de la MLB

"No te preocupes cuando no te reconozcan, pero esfuérzate por ser digno de reconocimiento"

Abraham Lincoln

Nunca pensé que llegaría a pasar lo que ahora escribo y les habré de relatar. Debo confesar que me agrada sobremanera tanto que haya ocurrido, como el hecho de haber tenido la fortuna de presenciarlo con mis propios ojos. Las Ligas Mayores en un acto de humildad y grandeza deportiva determinaron homologar los récords y las hazañas en los diamantes de los jugadores que participaron activamente en las llamadas Ligas Negras del siglo pasado con los que históricamente esa prestigiada liga profesional de béisbol norteamericana ha acumulado a lo largo de su existencia. Se trata de un hecho sin precedentes con el que se reconoce y aprecia a aquellos que fueron marginados de poder jugar en la MLB por el color de su piel y por el odio racial que imperaba hace no tantos años en nuestro vecino del norte. Una acción que honra no sólo a quienes fueron marginados, sino que dignifica al Rey de los Deportes en su conjunto.

Seguramente querido lector habrá quién se pregunte con cierta dureza que qué sentido tiene lo que con tanta emoción y gusto he comentado, si los protagonistas de esos logros hace décadas que fallecieron y por ende nunca pudieron gozar y vivir en carne propia el orgullo de haber sido reconocidos como los mejores jugadores profesionales del planeta tierra. Y yo simplemente al respecto diré a quienes demeritan lo sucedido, o no le ven ningún sentido práctico a lo ya descrito, que el reconocimiento no debe ser el motor de las acciones que emprendamos, sino la consecuencia lógica y el resultado de nuestros actos. Por ende, no debe importarnos cuánto tiempo haya tardado en llegar para Gibson y otros grandes jugadores de las Ligas Negras que dejaron su huella y marca indeleble en los parques de béisbol de los Estados Unidos y Latinoamérica, México incluido, el gesto de evocación, reminiscencia y memoria a sus carreras que ha hecho la MLB pues como lo estamos atestiguando lo importante y trascendente en el caso de estos magníficos beisbolistas fue haber hecho y bien su trabajo, quehacer y tarea, ya que el resto fue simplemente más tarde que temprano consecuencia de ello.

Josh Gibson, el sensacional cátcher de los Homestead Grays y de los Pittsburgh Crawfords de las Ligas Negras, así como de los Azules del Veracruz de la Liga Mexicana de Béisbol, de los Cangrejeros de Santurce en Puerto Rico e incluso del equipo Trujillo en la Liga Dominicana de béisbol que pertenecía al temido dictador de esa isla del Caribe, fue una especie de cometa que surcó el mundo del béisbol de manera espectacular e irrepetible. Una estrella de los pies a la cabeza, cuya fortaleza física y habilidad nata para batear lo hicieron destacar por encima del resto de los jugadores de su época. Admirado y temido por los rivales, fue también conocido como el Babe Ruth negro debido a la capacidad demoledora de su bate y sus kilométricos cuadrangulares de más de 500 pies. Cuenta la leyenda que en un juego de exhibición en el original Yankee Stadium en 1934 Gibson depositó la pelota fuera del parque, una hazaña nunca vista, ni realizada por ninguno de los célebres y brillantes beisbolistas que han pertenecido a ese equipo de la isla de Manhattan. Historias similares he escuchado de su estancia en la Liga Mexicana de Béisbol, alguna de ellas refiere que Gibson tras conectar la pelota en el Parque Delta de la Ciudad de México fue capaz depositarla directamente en el Panteón Francés que en aquellos primeros años de la década de los cuarenta del siglo pasado ya se encontraba al otro lado del primero entubado y posteriormente desaparecido Río Piedad, que muy probablemente ninguno de nosotros vimos en vivo y directo, pues gracias a la modernidad y el crecimiento poblacional de la capital del país dio paso a la vía de seis estrechos carriles centrales y dos laterales que conocemos como el Viaducto, una vialidad, ahora por demás insuficiente y a todas horas saturada pero que sigue dando servicio a los automovilistas de la ciudad más poblada de nuestro país.

Hace unos cuantos años, yo diría sin temor a equivocarme, que ya entrados en este siglo XXI una palabra, término o vocablo salido de las aulas y la academia se ha puesto de moda y en circulación, gracias mayormente a los expertos de la salud mental que la han logrado difundir y hacer de uso común en nuestras conversaciones y reflexiones. Esa palabra, no es otra que resiliencia, un concepto que hoy me sirve definitivamente para ejemplificar a gran escala lo sucedido a Gibson y a muchos otros que en el mundo del béisbol vivieron en carne propia la discriminación, el odio y la adversidad.

La resiliencia no es otra cosa que la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite, traumáticas, adversas y sobreponerse a ellas, pero incluso, siendo capaces de salir fortalecidos. Las personas resilientes como Gibson no tuvieron una vida dura, sino momentos difíciles que superaron al haber confiado en sus capacidades, haber sido conscientes de su potencial y a la par de sus limitaciones.

​Tras lo ocurrido, Gibson se ha convertido de unos días a la fecha, en el histórico líder de bateo de por vida de la MLB con un promedio de .372, con el que ha superado los .367 de la célebre estrella de los Tigres de Detroit Ty Cobb. En las condiciones del juego de la actualidad dificílmente se podría suponer o imaginar que un receptor sería capaz de tener en su haber esa distinción y mérito y sin embargo, ahora lo es, para orgullo de quienes admiramos a Gibson y sabemos lo complejo y desgastante que es vivir el juego detrás de home.

Otro récord que ahora pertenece a Gibson es el del mayor promedio de bateo en una temporada regular con su espectacular .466 que logrará en 1943 con los Grays de Homestead tras regresar de su estancia en México y que fue presidida de un litigio internacional que obligó que el norteamericano dejara las filas del equipo de Jorge Pasquel y que hoy lo convierte en la mejor cifra en la historia del béisbol norteamericano al rebasar y por mucho los de por sí admirables .440 que logró Hugh Duffy con el equipo de Boston de la Liga Nacional en 1894.

El nacido en el estado de Georgia, también es ahora poseedor de las nuevas y prácticamente inalcanzables marcas de slugging con .718 y un OPS 1.177 de por vida y carrera, que han dejado atrás los récords que estaban en poder del gran Bambino, Babe Ruth, quien se retiró de los diamantes con un admirable .690 de slugging y 1.164 de OPS.

Aunque la placa que reconoce a Gibson como miembro del Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown desde 1972 hace referencia a que conectó más 800 cuadrangulares en su vida como jugador de béisbol, vale la pena señalar que una importante cantidad de ellos tuvieron lugar en juegos de exhibición y por ende tal hazaña y récord no fue homologado por la MLB. Sin embargo, para entender la grandeza y calidad de Gibson como bateador les comparto el que seguramente será el récord más díficil de alcanzar o mejorar por las actuales y futuras generaciones de beisbolistas. Gibson logró obtener la Triple Corona de Bateo liderando su liga en cuadrangulares, carreras producidas y promedio de bateo en forma consecutiva las temporadas de 1936 y 1937, una hazaña que ningún otro jugador ha logrado en la vasta historia de las Ligas Negras y la MLB. Y que equipara su nombre al de los inmortales Rogers Hornsby y Ted Williams que lograron también dos veces en sus distinguidas y destacadas carreras la Triple Corona de Bateo, pero no de manera consecutiva.

Lo del cometa, no era en sentido figurado, lamentablemente Joshua Gibson murió prematuramente, con tan solo 35 años de edad víctima de un tumor cerebral que le aquejó los últimos años de su existencia y del que se negó rotundamente a ser operado. Sin embargo, su presencia en los diamantes logró dejar un legado que ha logrado trascender temporada tras temporada en el mundo del béisbol. Enhorabuena al nuevo líder y referente de la MLB, merecido el honor y reconocimento del que ha sido objeto y que sirvan sus números y talento de inspiración y compromiso a las nuevas generaciones de peloteros.

CÍRCULO DE ESPERA

Hablando de resiliencia e inspiración, los temas abordados en mis últimas entregas no puedo dejar de comentar con pesar el fallecimiento a los 60 años de edad de uno de los más importantes ejecutivos de la MLB: Billy Bean.

No confundir con el célebre directivo de los Atléticos de Oakland Billy Beane, todavía en circulación y aún sin lograr el añorado anillo de Serie Mundial y cuya vida fue llevada a la pantalla grande hace algunos años en la película Moneyball.

Al que me refiero de apellido Bean, fue un valiente y brillante ejecutivo del mundo del béisbol a quien la MLB le debe los más importantes avances y aportaciones en materia de inclusión, diversidad y equidad.

Bean que también fue jugador profesional de béisbol y defendiera las franelas de los Tigres de Detroit, Dodgers de Los Ángeles y Padres de San Diego, tiene en su haber el récord de debutar en la MLB con un partido de cuatro hits, además de haber jugado profesionalmente en Venezuela, México y Japón. Sin embargo, por lo que definitivamente fue reconocido en el mundo del béisbol fue por el hecho de haber sido el primer jugador profesional en haber reconocido publicamente que era homosexual.

Activista y ferreo defensor de las causas vinculadas con la igualdad de género y la inclusión, tras el retiro sumó su talento y pasión al servicio de la MLB y de su amado juego, logrando con su dedicada labor e inteligencia durante más de dos décadas que las Grandes Ligas fuesen una mejor institución, tanto dentro como fuera delos terrenos de juego, mayormente gracias al poder de su ejemplo y habilidades de comunicación que siempre emanaron de su profunda convicción de hacer lo correcto. Descanse en Paz.

casallena@live.com.mx