Casa Llena
Fernando Valenzuela ante la posibilidad de ingresar póstumamente al Salón de la Fama del Beisbol
“Yo soy yo y mi circunstancia”
José Ortega y Gasset
Recientemente fue divulgada la lista de ocho destacados jugadores que seleccionó el denominado Comité de Veteranos del Salón de la Fama del Béisbol con objeto de elegir el próximo domingo 7 de diciembre a futuros miembros de ese recinto que está destinado a honrar y enaltecer a los más selecto y distinguido del béisbol.
En esa lista de privilegiados beisbolistas de tiempos idos que reciben una segunda y hasta una tercera oportunidad como en el caso del primera base y capitán de los Yankees de Nueva York Don Mattingly se encuentra nuestro compatriota Fernando Valenzuela, que como sabemos, lamentablemente falleció el año pasado unos días antes de cumplir los 64 años de edad.
Querido lector, más allá de echar las campanas al vuelo y dedicar este artículo a echar porras al también llamado en sus épocas de éxito y gloria deportiva: Toro de Etchohuaquila, me parece que el mejor ejercicio posible por hacer, es fríamente evaluar sus posibilidades al hacer un análisis y la revisión de su carrera deportiva, pero añadiendo necesariamente a sus números el impacto social que tuvo su participación en la MLB. Y a la par considerar las otras dos variables en juego: el mecanismo de votación y reducido número de electores, así como los merecimientos deportivos del resto de los beisbolistas que esta vez podrán ser votados. Sin que ello, signifique o parezca, que no sea yo el primero en desear que ese reconocimiento a la carrera deportiva de Valenzuela se concrete.
Permítanme regresar un poco en el tiempo para recordar algo que fue definitivo en la primera oportunidad que tuvo de ingresar al Salón de la Fama. Claro fue, que los últimos años del sonorense en la MLB fueron complicados y sin el éxito de los primeros. Por ello, cuando Fernando formó parte de la lista de jugadores elegibles al Salón de la Fama, es decir, al haber transcurrido 5 años de su retiro definitivo de las Ligas Mayores, algo que sucedió en la década de los años noventa, sus logros deportivos no fueron suficientes. Resulta difícil de creer, pero Valenzuela únicamente pudo durante dos años de los diez posibles de elegibilidad formar parte de la boleta. Lo anterior, como resultado de no haber logrado en la votación del segundo año el porcentaje mínimo de votos para permanecer como candidato, es decir, no haber obtenido el cinco por ciento de la votación global en aquella ocasión. Siendo en su caso por demás evidente, que tampoco fue capaz en esas dos únicas oportunidades de lograr el setenta y cinco por ciento de los votos que requería para ser electo. La ausencia de votos en favor del zurdo lanzador por parte de los miembros de la prensa especializada que conformaron aquellas votaciones derivó del hecho de que Valenzuela pesé a la gran carrera que tuvo en la MLB, no logró acumular al menos 200 juegos ganados, una cifra y estadística que hasta el día de hoy constituye un requisito indispensable para ser merecedor del Salón de la Fama como lanzador.
Para precisar que en las votaciones no hay reglas escritas, les comparto un dato adicional y de importante reflexión. El año pasado este mismo Comité propuso a otros dos notables lanzadores: el cubano estelar de los Medias Rojas de Boston y de breve paso con los Yankees Luis Tiant hijo, así como al cerebral lanzador Tommy John, que brillara con Dodgers y Yankees aún habiendo perdido tres Series Mundiales y que hoy en día es más célebre y citado en el mundo del béisbol por el procedimiento quirúrgico que le permitió continuar su carrera deportiva y que hoy se practica a un alto número de lanzadores colegiales y profesionales. Sin embargo, estos dos destacados lanzadores, no obstante haber logrado más de 200 victorias en sus respectivas carreras deportivas, hace un año se quedaron cortos en la votación y lamentablemente no lograron ser electos al Salón de la Fama.
Por lo tanto, no todo está perdido, ni escrito en la causa del sonorense. A favor del zurdo lanzador e histórico jugador de los Dodgers de Los Ángeles, cuyo número 34 fue retirado hace ya largos años del roster activo del equipo en honor a su legado y trayectoria, los votantes deberán tomar en cuenta que es el único lanzador en la larga historia de la MLB en haber ganado el mismo año los premios Cy Young al mejor pitcher de la temporada y el Novato del año de la Liga Nacional en aquel glorioso 1981 que también incluyó el haber ganado la Serie Mundial al vencer a los Yankees de Nueva York. Otro dato que nos da una señal de esperanza y que pocas veces es difundido es el hecho de que Fernando Valenzuela participó como lanzador abridor en 424 juegos de Grandes Ligas, logrando lanzar el juego completo, es decir, al menos nueve entradas, en 113 ocasiones. Lo que significa que una de cada cuatro ocasiones que el mexicano subió al montículo como lanzador abridor en su carrera logró participar en el encuentro de principio a fin. Logrando un admirable y presumible promedio de 233 entradas lanzadas por temporada entre 1981 y 1990. Signo inequívoco de consistencia, disciplina, control y efectividad.
Después de la década de los años ochenta son pocos y contados los lanzadores que hayan sido capaces de mostrar tal fortaleza, talento y dominio de sus rivales, pues además y vale la pena añadirlo, en esas 113 ocasiones que lanzó toda la ruta, 31 veces lo hizo sin admitir carrera limpia o sucia en el juego, lo que en la jerga beisbolera conocemos como blanqueadas.
Sus cifras hoy en día, son claramente de imposible realización para los lanzadores estelares que participan en la MLB y para muestra les comparto este ejemplo. El último lanzador abridor en ser electo al Salón de la Fama, lo fue precisamente el año pasado el notable C.C. Sabathia que en su brillantísima carrera en las Ligas Mayores con Cleveland, Milwaukee y Yankees, logró ganar 251 encuentros, habiendo sido pitcher abridor en 560 juegos, pero con la notable diferencia de que tan sólo completó toda la ruta en 38 ocasiones, incluyendo 12 blanqueadas en sus 19 años como profesional en el mejor béisbol del mundo.
Al comparar los datos y las estadísticas de estos dos dominadores de los montículos, queda debidamente acreditado que Valenzuela, fue un gran competidor, un fuera de serie, un jugador que con su habilidad para lanzar fue capaz partido tras partido de mantener a su equipo avante o al menos en la pelea y por lo tanto debe ser considerado como digno merecedor del reconocimiento y gloria a la que hoy aspira de manera póstuma.
A ese importante factor deportivo, debo agregar uno que lo separa y distingue de cualquier otro jugador de su época y también de las subsecuentes en el mundo del béisbol. El fenómeno que generó su atractiva presencia en los terrenos de juego, algo tan especial y único que logró la identificación casi instantánea de los aficionados con su labor y quehacer y que necesariamente derivó de lo que era capaz de hacer desde el montículo. Un fenómeno social que trascendió los parques y al que se le denominó Fernandomanía, difícil de explicar y hasta de entender, pero que llevó legiones de aficionados al béisbol y también de no aficionados a verlo lanzar los estadios de la Liga Nacional de la MLB, donde mayormente compitió durante su carrera.
En aquellos días, su presencia en el Line up de los Dodgers era garantía de lleno absoluto donde él se presentaba a jugar. Adultos, jóvenes, niños y mujeres nacidos en los Estados Unidos, así como personas radicadas en el vecino país del norte pero provenientes de otros países del orbe año tras año y temporada tras temporada por más de una década siguieron atentamente y con entusiasmo a Valenzuela. Y ni qué decir, del interés que provocó a los cientos de miles de televidentes que en Estados Unidos, México y algunos países latinoamericanos eminentemente beisboleros su presencia en los diamantes y que a la televisión era difundida cada cinco o seis días durante la temporada regular. Tiempos y días en que sin importar el horario y día de sus juegos literalmente las actividades se suspendían con tal de verlo, seguirlo y de ser testigos del devenir de aquellos encuentros.
Los que en tiempo y espacio coincidimos y pudimos vivirlo, quedamos no sólo asombrados de su talento, sino del temple, la naturalidad, buen humor y capacidad para jugar y divertirse que tenía ese regordete lanzador con cara de niño que veía al cielo antes de lanzar la pelota y que incluso en sus primeros años llegó a necesitar de un traductor para comunicarse fluidamente con sus compañeros de equipo y manager. Aquel fenómeno, simplemente fue la combinación perfecta, de voluntad y talento, de deseo y humildad que dio como resultado que un importante número de migrantes mexicanos y latinoamericanos en los Estados Unidos lo admirara, lo siguiera y lo hiciera propio y cercano, hasta el hecho de identificar sus vidas con la de Fernando y orgullosamente ver en su labor monticular, vida personal y familiar hecho realidad el llamado: sueño americano.
Ese fenómeno social y de popularidad que se dio de manera explosiva y expansiva, ocurrió en un entorno, debo decirlo, donde no existía el internet, las redes sociales, ni los teléfonos celulares. Valenzuela tenía escasos 20 años de edad y no obstante su juventud, demostró no sólo tener los pies en la tierra, sino que fue capaz de administrar el éxito, la fama y el dinero. Un jugador intachable dentro y fuera de los diamantes que jamás estuvo envuelto en algún problema de conducta y que además destacó como gran benefactor y proactivo miembro de la comunidad latina de Los Ángeles, esto con absoluta discreción y hasta secrecía. Nunca protagónico, pero siempre activo, solidario y presente. Ese fue Valenzuela.
Si algo puede poner la balanza a favor de Fernando en la próxima votación es el fenómeno que fue y lo que provocó. Afición, interés y miles de nuevos seguidores al béisbol. Una presencia intachable de limpia trayectoria, que con su ejemplo también abrió el camino para la llegada de muchos jugadores latinoamericanos al béisbol de las Ligas Mayores, pues en los tiempos de Valenzuela como jugador activo los peloteros de origen latino, eran raras, pero destacadas excepciones
Durante las ya cinco décadas que han transcurrido desde su incursión en el béisbol, pocos jugadores de la MLB han tenido igual o mayor presencia y trascendencia en el ánimo de los aficionados. Me atrevería a decir que únicamente Derek Jeter actual miembro del Salón de la Fama y gran shortstop de los Yankees y las actuales estrellas de la MLB Shohei Ohtani y Aaron Judge son capaces de tener un lugar tan cercano y presente en los aficionados. De ese tamaño su figura, de ese calibre es legado al mundo del béisbol del gran Fernando Valenzuela.
En lo que hace al proceso de votación, es importante destacar el reducido número de electores, en este caso se trata de dieciséis personas, cuyo vínculo con el béisbol es el ser miembros electos del Salón de la Fama, Ejecutivos de la MLB o veteranos de la prensa y medios comunicación, cada uno de ellos con la facultad de seleccionar a tres aspirantes; lo que significa que quién sea electo al menos deberá aparecer en 12 de las 16 boletas. Es decir, que sí 5 o más electores no consideran a un mismo jugador, éste no podrá ser electo. Así que Valenzuela, deberá ser atractivo y presente en cada nicho o grupo de votantes para lograr ser inducido al Salón de la Fama.
Finalmente la competencia directa, los otros candidatos y en esto cada quien es libre de juzgar, de evaluar y aquilatar las carreras, logros deportivos y trascendencia en el juego de cada uno de ellos. Todos tienen los suficientes méritos y logros para ser considerados. Destacando por supuesto el sensacional y más completo lanzador de su generación Roger Clemens y el bateador y jardinero que fue Barry Bonds de importantes campañas con Pittsburgh y San Francisco. De ellos dos, cabe recordar, que no lograron su lugar al Salón de la Fama pese a estar 10 años en la boleta, esto por un tema de conducta y más allá de los terrenos de juego. Sus números y méritos deportivos en el mundo del béisbol son más que suficientes para obtener ese reconocimiento, sin embargo, en ambos casos ha sido el uso de sustancias prohibidas y ajenas al juego limpio lo que lo has marginado de tan grande honor. Los dos como jugadores de la MLB hicieron uso de manera clandestina de la hormona humana del crecimiento para obtener ventajas deportivas, mejores rendimientos e incluso postergar su durabilidad en el juego, lo que evidentemente no estaba permitido y ha sido considerado como un actuar tramposo y desleal.
Junto a los ya mencionados: Valenzuela, Mattingly, Clemens y Bonds también aspiran a ser electos en esta ocasión pero con menores posibilidades de éxito Dale Murphy de los Bravos de Atlanta, Jeff Kent de los Gigantes de San Francisco y los sólidos bateadores de contacto y poder: Carlos Delgado y Gary Sheffield que vistieron varios uniformes a lo largo de sus carreras en la MLB.
En mi opinión, si los dieciséis votantes se decantan por mantener los máximos ideales deportivos de lealtad y equidad y son consistentes en castigar y desalentar las ayudas extradeportivas, las trampas y ventajas mal o bien disfrazadas, o mejor dicho, si deciden continuar exaltando las políticas de juego limpio tendientes a inhibir el uso de sustancias prohibidas en el máximo béisbol del planeta y con ello, mantener los estándares de excelencia, y grandeza que dieron origen al recinto de los inmortales del béisbol, será un hecho que Fernando Valenzuela tendrá los votos suficientes para lograr el objetivo, como consecuencia de la ausencia de votos en apoyo a las carreras y casos de Bonds y Clemens que sin lugar a dudas parten como claros favoritos, pero que tienen que solventar ese lastre y marca, que no asterisco que yace sobre sus carreras.
Sí Por el contrario no son tomadas en cuentas las conductas irregulares y transgresoras al reglamento de juego que pusieron en práctica Clemens y Bonds y ese selecto grupo de electores decide pasar por alto esa grave anomalía y únicamente se concreta a revisar los logros y estadísticas de estos dos notables jugadores. Además de significar un evidente retroceso, una contradicción a los principios que dieron origen al Salón de la Fama muy seguramente Bonds y Clemens arrasarán con la votación y serán electos. Algo que sin lugar a dudas podrá alegrar a muchos que los admiraron como jugadores de béisbol, pero que a la par será una grave afrenta al altísimo nivel de excelencia y lealtad deportiva que ha marcado desde su origen al Salón de la Fama del Béisbol y que como daño colateral provocará que Valenzuela no tenga los votos suficientes para llegar al Salón de la Fama en esta privilegiada ocasión.
Tiempo al tiempo, pronto podremos comentar el resultado de tan importante votación para el mundo del béisbol. Y celebrar o empezar a preocuparnos por el futuro del Rey de los Deportes.
CÍRCULO DE ESPERA
Una reflexión final a propósito del Día de Acción de Gracias.
Muchas veces ha pasado por mi cabeza la idea de escribir un diccionario de términos beisboleros. Expresiones y vocablos en torno al Rey de los Deportes los hay y de sobra para hacerlo y entretenerme en ello; lo de publicarlo y que exista interés o la necesidad de brindar a otros un texto de esa naturaleza. Eso, francamente, lo desconozco. A la par pienso que sería mucho más útil y práctico al menos para mí, el tomar un buen diccionario y cada día del año aprender una nueva palabra. Se imaginan, contar con 365 nuevos vocablos al culminar el proyecto para hacerlos valer cuando fuera necesario o me viniera en gana. Eso sí que sería francamente productivo. Lamentablemente los días, las semanas y los meses pasan y yo no hago ni una, ni otra cosa. Diría el clásico en el llano: “Ni pichas, ni cachas, ni dejas batear.“
Sin embargo el aforismo del filósofo nacido en Madrid a finales del siglo XIX y que forma parte de su celebrado texto: Meditaciones del Quijote que he utilizado como introducción para el presente artículo, al recordarme aquello del hombre y su circunstancia, también provocó en mí realizar un primer ejercicio respecto a esas dos inquietudes que durante algún tiempo han estado estacionadas en mi mente.
Lo primero que hice fue abrir el diccionario en la letra A, por ser esta la primera letra del alfabeto y busqué una palabra que jamás hubiera escrito o hubiese alguna vez salido de mi boca. Entonces descubrí: Alborozar. Del árabe alburúz, y este del árabe clásico burúz. Verbo transitivo, cuyo significado es causar extraordinario regocijo, placer o alegría.
Minutos después frente a la pantalla y el teclado pensé en el proyecto del diccionario de expresiones beisboleras, no tuve ni siquiera que cerrar los ojos, -francamente, no hay mucho esfuerzo que hacer para cerrar los míos- y vino a mi el concepto o expresión: Doble play y entonces, escribí lo siguiente:
Doble play. Es la jugada que tiene como resultado que dos jugadores ofensivos sean puestos out en un mismo turno al bat como consecuencia de la acción defensiva derivada de ello. -y agregué para darle más contexto- También se le conoce en la jerga beisbolera como el mejor amigo de los lanzadores. En la crónica y el relato es señalada como la jugada salvadora e incluso muchas veces ha sido comparada con un tanque de oxígeno, o con el haber fumado un cigarro sobre un barril repleto de pólvora y haber salido ileso. Lo cierto es, que en el terreno de juego un doble play la gran mayoría de las ocasiones resulta ser una jugada vibrante, espectacular y de conjunto que provoca júbilo en los aficionados por la rapidez y precisión con que se ejecuta. Se trata de una acción que generalmente requiere de la participación de más de un jugador del equipo a la defensiva para ser concretada, pero que también puede ser realizada por un solo jugador. A esa jugada específicamente se le denomina Doble play sin asistencia. -finalmente escribí- El Doble play resulta ser la acción del juego de pelota más efectiva y certera para desaparecer la intentona del equipo contrario de hacer carreras y la más útil para poner fin al ataque de un equipo rival.
Al concluir ambas tareas, quedé aún más confundido respecto de lo que debo hacer, pero al menos me dí cuenta de lo que en realidad estaba pasando en mi cabeza. Ambas definiciones tenían y tienen un hilo conductor, y son parte de mi propia y actual circunstancia. Ahora, les explico y comparto. Nadie puede negar, ni pasar por alto que la difusión del béisbol ha provocado que muchos de los vocablos ideados o creados expresamente para relatar y entender lo que sucede en los diamantes con el paso del tiempo y por el uso cotidiano han tomado otro significado al haberse integrado a nuestras diarias conversaciones; tal es el caso de expresiones como: pisa y corre, casa llena, o volarse la barda, por tan sólo mencionar algunas de las más socorridas.
Con ese aprendizaje y certeza, he podido añadir a esa larga lista de vocablos y palabras originalmente beisboleras, pero capaces de tener otro significado, una más. Precisamente la expresión: Doble play, que ahora tiene un nuevo sentido para mi. Uno de infinita alegría y de profundo agradecimiento a la vida. O más bien debo decir, felicidades queridos Natalia y Raúl por la gran jugada de Doble play en sus vidas que ha traído como resultado la llegada de Alba e Inés. Créanme que he visto muchos doble plays en mi andar, pero ninguno tan especial y valioso como el que ustedes dos han ejecutado. Ahora que empiezan a vivir el gran reto de ser padres, yo me dispongo a disfrutar mi nuevo rol de abuelo. Gracias, muchas gracias a los cuatro por alborozar mi existencia.
casallena@live.com.mx