Casa Llena

Es tiempo de las mujeres: ¡Playball!

“Una mujer debe ser dos cosas: quien ella quiera y lo que ella quiera”

Coco Chanel

El pasado jueves 25 de enero dio inicio la Liga Mexicana de Softbol femenil en nuestro país con tres encuentros que han permitido hacer posible lo que por décadas fue simplemente inimaginable. Y es que brindar espacios y oportunidades de recreación y hasta proyección profesional a las mujeres en el ámbito del béisbol y su modalidad femenina el softbol, había sido con honrosas excepciones, prácticamente letra muerta en nuestro país.

El ambicioso proyecto que fue minuciosamente cuidado por la Liga Mexicana de Béisbol no pudo iniciar de mejor forma, pues en Monterrey, la sede del equipo profesional de béisbol más antiguo de México se registró en el primer encuentro de la naciente liga femenil un nuevo récord de asistencia para un juego de softbol a nivel mundial con la presencia de 13 mil 408 espectadores mayormente partidarios de las locales Sultanes, con lo que fue superado el récord anterior de 12 mil 533 asistentes que se había presentado en el partido inaugural de la Serie Mundial Universitaria en la ciudad de Oklahoma en 2022.

Si para algunos el entusiasmo de la afición noeleonesa pudiera resultar un asunto menor o meramente anecdótico, cabe señalar que en ese mismo encuentro la lanzadora local Yanina Treviño no quiso quedarse atrás y lanzó en el debut de la Liga el primer juego sin hit ni carrera de su historia, una hazaña para el libro de récords que permitió llevar al triunfo a su equipo por la mínima diferencia de 1-0 frente a la novena del Águila de Veracruz.

Las buenas entradas, el entuasiamo de los aficionados y el buen nivel de pelota hasta ahora desplegado constituyen no solo un buen augurio, sino la confirmación de era necesaria la apertura de un espacio profesional y organizado destinado a la práctica softbol femenil en nuestro país.

Debo decir, sin temor a equivocarme querido lector, que las mujeres nos han puesto el ejemplo y dado lecciones desde hace largo tiempo. No obstante el hecho de ser consideradas por atavismos y prejuicios sociales una segunda opción e incluso poco atractivas comercialmente hablando para la mayoría de las actividades deportivas, ellas han sabido sobresalir y en innumerables ocasiones dado la cara por nuestro deporte. Ejemplos de entrega, dedicación y éxito con poco o nulo apoyo sobran y merecen ser puntualmente recordados ya que a querer o no, con su actuar y determinación aún en otras disciplinas ajenas al béisbol forjaron el camino que hoy le permite a 120 jugadoras profesionales de softbol hacer su propia historia.

​En los años cincuenta del siglo pasado destacó en el mundo del deporte la tenista Yolanda Ramírez, Yola fue dos veces finalista del torneo de singles de Roland Garros, además de haber sido capaz de levantar el trofeo de campeona del prestigiado torneo de canchas de arcilla de la Ciudad de París tanto en dobles femeninos, como en dobles mixtos y también conquistado cinco medallas de oro en Juegos Panamericanos entre 1955 y 1963. Hacia el final de la década de los años sesenta del siglo XX otras dos figuras femeninas pusieron muy en alto al deporte mexicano y brillaron con luz propia en los Juegos Olímpicos de 1968 que tuvieron como sede la capital de nuestro país: Enriqueta Basilio, la campeona nacional de los 80 metros con vallas que a la postre se convertiría en el referente y modelo a seguir de toda una generación por haber sido la primera mujer en la historia del deporte olímpico en encender el pebetero de una justa de esa trascendental importancia y Pilar Roldán la primera mexicana en conseguir una medalla olímpica al obtener la plata en la competencia de Esgrima en la modalidad de florete de esos memorables Juegos Olímpicos.

El oro femenino y la cima más alta del pódium para el deporte femenil mexicano habría de llegar hasta los Juegos de Sídney, Australia en el año 2000, cuando sorpresivamente la ya fallecida Soraya Jiménez logró triunfar en su competencia de halterofilia. Ocho años más tarde en la capital de la República Popular China seguiría sus pasos consiguiendo la medalla de oro en la competencia de Taekwon-Do en los 66 kilogramos la sinaloense María del Rosario Espinoza.

Definitivamente esas y otras destacadas mujeres deportistas mexicanas fueron y han sido fuente de inspiración para las siguientes generaciones de atletas en nuestro país. No obstante ello, hay actividades deportivas más complicadas para participar y destacar que que otras. Uno de ellas, solía serlo el béisbol, por ser un juego de conjunto y por el importante número de participantes que se requieren para poder llevar a cabo un encuentro. Si bien, su práctica en la categoría infantil es desde hace largos años plenamente admitida y fomentada en las Ligas pequeñas de México e incluso algunas jugadoras con entusiasmo y capacidad llegan a participar con éxito en equipos mixtos, lo cierto era que al llegar la pubertad quienes habían participado con entusiasmo estaban condenadas a truncar sus sueños o de cambiar de actividad deportiva, pues no había más oportunidad de competir y seguir adelante en el mundo de la pelota caliente.

Sólo contadas escuelas y preparatorias mayormente privadas impulsaban con entusiasmo la práctica del softbol femenil, mientras que algunas universidades diría yo de manera tímida y casi en la clandestinidad también empezaron a abrir espacios para esa práctica.

Fue ese quehacer e insistir lo que detonó recientemente una generación jugadoras más decididas y entusiastas que aprovecharon la cercanía y vecindad con los Estados Unidos para seguir jugando softbol a nivel universitario y dominar el juego a grado tal que dieron por resultado el honroso cuarto lugar en los pasados los Juegos Olímpicos de Tokio. Ese primer éxito y el trabajo de una federación seria que ha sido capaz de aglutinar el talento que ha detectado han sido en buena medida el hilo conductor que ha permitido a la LMB y a seis de sus equipos dar luz verde al proyecto que hoy es ya una realidad.

Como aficionado al béisbol me siento profundamente orgulloso de este logro, siendo mayormente el motivo y la razón por la que acudí la tarde del pasado sábado 27 de enero a las gradas del cómodo y en óptimas condiciones parque de pelota de la Universidad Nacional Autónoma de México, pues deseaba ser testigo presencial del encuentro que ya ha quedado registrado para la posteridad como el primero de softbol profesional femenil jugado en la Ciudad de México.

Más allá del amplio y contundente triunfo del equipo femenil de los Diablos Rojos del México o de la derrota de las visitantes del Águila de Veracruz, debo destacar el lleno que registró el parque, así como la activa y entusiasta participación femenina. En mi opinión de los más de mil quinientos espectadores que asistimos al juego la mitad o quizá hasta un poco más eran mujeres, muchas de ellas luciendo camisolas y gorras de equipos de la MLB y de la Liga de Mexicana de Béisbol, incluso fui capaz de distinguir en el graderío a un grupo de jugadoras de algún equipo representativo de la UNAM todavía ataviadas con su uniforme de juego y quienes muy probablemente por razones formativas y tal vez hasta con la ilusión de convertirse en un futuro cercano en jugadoras profesionales de softbol seguían atentamente el desarrollo de las acciones.

Rodeado de una importante cantidad de jóvenes, algo que me hace sentir optimista respecto del futuro del béisbol en nuestro país, yo sentado en las gradas de ese entrañable parque de pelota, donde muchas ocasiones tuve la oportunidad de jugar y vivir con intensidad el béisbol hace más de 30 años, vinieron a mi mente las ocasiones en que yo pude compartir con una mujer ese mismo terreno de juego. Ella, lo recuerdo bien, parecía un sol en ese diamante, dado que su capacidad para jugar y batear eran indiscutibles, algo que generaba cierta incomodidad y hasta tensión en algunos de sus compañeros de equipo al sentir la enorme presión de estar a la altura de sus ejecuciones, pero mayormente de sus adversarios, quienes atónitos y contenidos muy seguramente les incomodaba que en aquel tiempo, ella hubiese tenido la osadía de invadir un espacio exclusivo de los hombres. Tal vez, fue por eso, que al volver mi mente al presente y al histórico juego que presenciaba no pude más que sonreír al constatar que esta vez la minoría en el terreno de juego eran los de mi género, pues los tres coaches y los dos umpiers que veían acción se encontraban rodeados y copados por un entusiasta ejército de jugadoras de softbol que empezaban a vivir a plenitud la nueva realidad.

Los invito a asistir a cualquiera de las seis sedes: Ciudad de México, Monterrey, Veracruz, Guadalajara, Villahermosa y León en este invierno para que observen por sí mismos el entusiasmo de las jugadoras que saltan al diamante, para que confirmen su capacidad de juego y admiren como yo la nobleza deportiva y el compañerismo con el que compiten. Por fortuna en algo hemos avanzado.

La apertura e igualdad de oportunidades al menos en el mundo del béisbol en México empieza a ser posible gracias a la voluntad y el trabajo de muchos que han dado parte de su vida y de su tiempo al béisbol.

Enhorabuena a la Liga Mexicana de Béisbol por este acierto y larga vida a la Liga Profesional de Softbol Femenil de México.

CÍRCULO DE ESPERA

Los nuevos miembros del Salón de la Fama del Béisbol de las Ligas Mayores han quedado definidos tras revelarse la semana pasada los resultados finales de la votación de la prensa especializada. El carismático tercera base originario de República Dominicana con más de tres mil hits en su carrera y debutante en las boletas Adrián Beltré obtuvo su lugar, tal y como se esperaba. A él se sumó el poderoso bateador Todd Helton que hizo su carrera de principio a fin con los Rockies de Colorado y quien logró su objetivo en su sexta aparición en la boleta. Y finalmente el receptor de los Mellizos de Minnesota y también elegible por primera vez Joe Mauer cuya destacada carrera, pulcra y seria presencia en los terrenos de juego y fuera de ellos le había prácticamente garantizado que habría de lograr los votos necesarios y un lugar en Cooperstown, fue ya confirmado en los hechos. Por extraño que parezca estos tres grandes jugadores tienen en común que a lo largo de sus brillantes carreras jamás lograron obtener un anillo de Serie Mundial, algo que deja en claro, que no siempre en el mundo del béisbol los mayores talentos resultan ser los máximos ganadores. A ese grupo de jugadores en el mes de agosto próximo también se habrá de unir el manager Jim Leyland que a finales del año pasado fue designado por el Comité de Veteranos como nuevo miembro del Salón de la Fama gracias a su brillante labor como timonel y guía de equipos como los Marlines de Florida y Tigres de Detroit a los que llevó en su oportunidad al llamado Clásico de Otoño.

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