Casa Llena

El Señor Octubre

“No viene a Nueva York a ser una estrella, traje mi estrella conmigo”

Reggie Jackson

Con la Serie Mundial finalizada, pasado el mes de octubre y el esperado Clásico de Otoño del 2021 haberse convertido ya en parte de la historia y de la estadística del juego, no puedo encontrar un mejor momento y lugar para recordar a uno de los más grandes ídolos del juego de pelota, a un distinguido miembro del Salón de la Fama cuyas espectaculares actuaciones en la postemporada y en las diversas Series Mundiales en que participó le llevaron a ganarse a pulso el sobrenombre del Señor Octubre (Mr. October).

Querido lector, hoy retomo este espacio con el gusto de siempre para recordar la carrera y logros deportivos de Reginald Martinez Jackson, mejor conocido en el mundo del béisbol como Reggie Jackson, un bateador de época que brillara intensamente con las franelas de Oakland Athletics y Yankees de Nueva York y que también participara en alguna etapa de su vida profesional también con los equipos de Kansas City que lo debutó en 1967 antes de convertirse en los Atléticos y mudarse a Oakland, Orioles de Baltimore y los Angelinos de Anaheim.

Jackson oriundo de Pennsylvania e hijo de un sastre descendiente de puertorriqueños, tuvo que sortear una infancia difícil, llena de ausencias y separaciones como resultado del divorcio de sus padres. En sus años escolares destacó gracias a sus habilidades deportivas al practicar además del béisbol, el fútbol americano y el basquetbol. Una severa lesión en las vertebras cervicales al término de sus estudios de preparatoria lo postró varios meses en cama e incluso puso en riesgo su capacidad para caminar, tras ese grave contratiempo, Jackson poco a poco se alejó del deporte de las tacleadas y se dedicó de tiempo lleno al béisbol, logrando brillar en su época de jugador colegial en la Universidad Estatal de Arizona, de donde fue seleccionado por el equipo de Kansas City para iniciar su carrera como beisbolista profesional en el año 1967.

En aquellos primeros años la extrovertida y competitiva personalidad de Jackson salió a flote, su singular forma de conectar con las tribunas y el magnetismo que le caracterizaban empezaron a provocar en los aficionados una extraña combinación de admiración y odio que la habría de acompañar durante toda su carrera. Con Jackson en el diamante algo era seguro, él no pasaría inadvertido o ausente en los encuentros. Ese fuerte temperamento, aunado a su poderoso bate, siempre listo para generar daño en los equipos rivales a la hora oportuna dieron frutos en forma instantánea y el éxito estuvo con él desde sus inicios como profesional.

En un abrir y cerrar de ojos logró ganarse el reconocimiento como uno de los mejores bateadores de poder de las Ligas Mayores. Utilizando en sus dorsales el número 9 como jugador del equipo de Oakland, consiguió tres Series Mundiales en forma consecutiva (1972,1973, 1974), al formar parte de uno delos mejores equipos de todos los tiempos, que incluyó jugadores de la talla de Sal Bando, Bert Campaneris, Ray Foose Rick Monday, y de destacados lanzadores como Jim 'Catfish' Hunter, Vida Blue y famoso relevista RollieFingers, todos ellos dirigidos por el cerebral manager Dick Williams.

En ese equipo carismático de enorme talento y calidad donde además se dejaba sentir una actitud rebelde y retadora en mayor medida por la apariencia física de sus integrantes que utilizaban grandes bigotes y largas melenas, Jackson perfeccionó su forma de batear de la mano del distinguido coach de bateo del equipo, el único e irrepetible Joe DiMaggio que había regresado a la costa oeste a vivir y que al residir en el área de la bahía aprovechó la oportunidad brindada por los Atléticos para mantenerse en activo en el juego que tanto amaba y al que tanto lustre le diera, forjando nuevo talento.

Mucho se ha escrito respecto al deficiente juego defensivo y al carácter impulsivo y temperamental de Jackson, así como a sus enfrentamientos con sus managers, destacadamente sus fricciones con Billy Martin el dirigente de los Yankees con el que sostuvo en relación tirante y tormentosa. Al respecto y a título personal, diré que Jackson como jugador a la defensiva era un jugador promedio, pero nunca extraordinario o sobresaliente, pero afirmar como en repetidas ocasiones se hizo que fuera una nulidad patrullando los jardines es absolutamente falso y desproporcionado. Sin lugar a dudas las críticas que recibía derivaban del notorio contraste que generaba el hecho de que con el bate fuera uno de los mejores exponentes del juego.

Aficionados, pero especialmente detractores y periodistas solían ver con lupa sus actuaciones y querían que el destacado rendimiento y poderío en la caja de bateo fuera igual de notable al jugar a la defensiva; por lo que la decisión de convertirlo de tiempo completo en el Bateador Designado de sus equipos, vino sin duda alguna a favorecer la carrera de Jackson y a dejar a un lado los duros juicios sobre su calidad de juego a la defensiva.

A lo largo de su prolífica y destacada carrera de 21 años en la MLB, logró participar en 14 Juegos de Estrellas en mayor medida gracias a su espectacular bateo, logrando acumular en su distinguida carrera 563 cuadrangulares y más de 2500 hits, además de haber sido el líder de cuadrangulares de la Liga Americana en 4 temporadas y haber sido designado el jugador más valioso de la Liga Americana en 1973 cuando era ya toda una estrella de los Atléticos de Oakland; por si fueran pocos los logros ya señalados, Jackson logró obtener 5 anillos de Serie Mundial los tres con Oakland a los que ya he hecho referencia y dos más con los Yankees (1977 y 1978), en donde fueron memorables e históricas sus actuaciones en la postemporada.

El punto de quiebre en la carrera de Jackson fue su llegada a los Yankees de Nueva York, equipo donde habría de brillar con luz propia y donde confirmaría su bien ganada fama de poderoso bateador. Los de Nueva York ya de la mano de su nuevo propietario el magnate de la industria naviera en Cleveland, George Steinbrenner, que impusiera un agresivo estilo para adquirir talento y jugadores en mayor medida gracias a la agencia libre, que como sabemos, vino a transformar los sistemas de contratación que hasta ese entonces habiendo prevalecido en las Ligas Mayores, iniciaron las negociaciones para llevar a su equipo a Reggie Jackson en el otoño de 1976, tan sólo unos días después de haber sido barridos en el clásico de otoño por los Rojos de Cincinnati; pese al deseo de lograr su contratación, Steinbrenner tenía el temor y la duda fundada de que el temperamento de Jackson le impidiera triunfar en la gran manzana, por lo que antes de tomar su decisión se reunió con el cátcher y capitán del equipo Thurman Munson también oriundo de Cleveland para intercambiar impresiones respecto a la posible llegada de Jackson. Tras escuchar las dudas del jefe y dueño, Munson simplemente le sugirió: “Ve por él, Jackson es el único jugador capaz en toda la liga de echarse a los hombros un equipo durante todo un mes y eso es lo que necesitamos”. Steinbrenner no tuvo más objeciones, abrió la cartera y comandó una rápida negociación que se cerró el día de acción de gracias de ese año y que convirtió a Jackson en la flamante contratación para el equipo por los siguientes cinco años.

Los resultados llegaron inmediato, Jackson se apoderó del Bronx con su bateo de poder como el cuarto bate del equipo, la gente llenaba noche a noche las gradas del estadio de Nueva York para verlo batear y ganar juegos. Reggie materialmente se echó el equipo a los hombros hasta convertirse en el héroe y nuevo ídolo de los Yankees que habían carecido de uno de esa magnitud y tamaño, desde el retiro de Mickey Mantle.

Jackson no pudo utilizar el tradicional número 9 que le caracterizó con los Atléticos de Oakland, pues ese número en Nueva York le había pertenecido a Roger Maris y por obvias razones ya había sido retirado; ante esa limitante decidió utilizar el 44 en honor y homenaje a Hank Aaron, sin imaginar que con tan sólo 5 años en el club, ese doble cuatro también se convertiría un número de culto y respeto y jamás volvería a ser utilizado por ningún otro jugador de la organización.

Pero no todo fue alegría para Jackson en Nueva York, su turbulenta relación con el manager del equipo Billy Martin fue causante de varios episodios de violencia verbal y física entre ambos. Las sanciones y los castigos disciplinarios llegaron y Jackson fue en más de una ocasión humillado por su manager. Pese a los incidentes con su manager sus logros al bate la permitieron consolidarse como la figura ofensiva del equipo en las temporadas 1977 y 1978 y ganar ambos Clásicos de Otoño para Nueva York, regresando el anhelado Trofeo del Comisionado a la sala de trofeos del equipo más ganador y exitoso del béisbol profesional en el mundo, que había visto pasar largos 15 años desde el anterior triunfo en Serie Mundial (1962).

La afición de Nueva York y de los Yankees en todo el mundo estaba rendida a sus pies, como lo estuvo durante largas temporadas por Babe Ruth, Nueva York rendía pleitesía a Jackson, la nueva gran estrella de la ciudad que era amado y magnificado a grado tal, que incluso se dio el lujo de tener hasta su propia barra de chocolate “Reggie” gracias a la visión mercadológica y comercial de la compañía Estándar Brands.

Tras las dos victorias consecutivas en Serie Mundial, los Yankees sufrieron en 1979 la pérdida de su cátcher Thurman Munson en un accidente aéreo en plena temporada, el equipo no pudo recuperarse de esa pérdida y terminó lejos de Clásico de Otoño las temporadas 1979 y 1980, pero de nueva cuenta resurgieron y en 1981 ya contando en el equipo con una nueva y millonaria estrella Dave Winfield regresarían la Serie Mundial, la última de Jackson con los Yankees y la última de Yankees en esa década y más de la mitad de la siguiente, una que para México siempre será inolvidable pues representó la victoria de los Dodgers y de esa nueva estrella que asombraba al mundo del béisbol Fernando Valenzuela.

Jackson no regresó a los Yankees y vía la agencia libre continuó su carrera en California, jugando para los Angelinos donde rebasaría los 500 cuadrangulares de por vida y donde volvería a la postemporada, pero pese a sus aportaciones a la ofensiva no podría llevar a su equipo a la Serie Mundial; su última temporada como profesional la jugó con Oakland en 1987. Tras el retiro Jackson espero los obligados 5 años fuera de los diamantes para ser electo en su primer intento al Salón de la Fama del Béisbol con más del 93% de los votos.

Ya para concluir me parece que es más que obligado saber y conocer ¿por qué se le llama el Señor Octubre? La respuesta es sencilla, Jackson logró acumular espectaculares números ofensivos en el mes de octubre durante su carrera, sus brillantes y decisivas actuaciones en la postemporada y clásicos de Otoño dieron enormes dividendos y campeonatos a él y sus equipos. Pero una noche en particular, la del sexto juego de la Serie Mundial de 1977 marcaría su carrera y permitiría la existencia del mote por el que hasta nuestros días se le conoce. Esa noche en el estadio de los Yankees con la serie 3 juegos a dos a favor de los de Nueva York y en la que la primera bola del encuentro fue lanzada por el legendario Joe Dimaggio y su antiguo coach, Jackson conectó tres cuadrangulares en forma consecutiva al primer lanzamiento de tres diferentes lanzadores de los Dodgers de Los Ángeles, el último de ellos en lo más profundo del jardín central para llevar a los Yankees de Nueva York a un cómodo triunfo que les permitió obtener la Serie Mundial de ese año. La hazaña de conectar tres cuadrangulares en un juego de Serie Mundial era hasta esa noche, un logro deportivo que exclusivamente le pertenecía a Babe Ruth.

En plena celebración por la obtención de la Serie Mundial ya en el vestidor y casa club de los Yankees, donde los jugadores estaban eufóricos y bañados en champagne, un reportero local se le acercó a ThurmanMunson para saber sus impresiones por el campeonato. Serio y lacónico como lo fue siempre el capitán de los de la isla de Manhattan miró al reportero y simplemente expresó: “No me preguntes a mí, pregúntale al Señor Octubre”, señalando al mismo tiempo a su compañero de equipo Reggie Jackson, “suyo es el crédito.” A la mañana siguiente los diarios de la Ciudad y a lo largo del país destacaban la hazaña del Señor Octubre. El resto, simplemente es historia…

CÍRCULO DE ESPERA

Hace algunos días tuve la oportunidad de visitar la magnífica casa que proyectó y edificó el gran arquitecto y artista plástico mexicano Juan O’Gorman bajo los requerimientos y designios del monumental pintor y muralista mexicano Diego Rivera “La Anahuacalli” (Casa junto al agua), que se encuentra ubicada al sur de la Ciudad de México y que hoy en día es un Museo gracias a la visión y el compromiso asumido por el presidente Adolfo López Mateos, quien durante su administración (1958-1964) logró culminar la tarea que dejara inconclusa el maestro Riivera al morir en 1957. Aquel anhelo del muralista de legar ese patrimonio y colección personal al pueblo de México con el propósito de exhibir permanentemente la vasta colección de figuras prehispánicas que a lo largo de su vida logró adquirir y recopilar fue y sigue siendo una realidad de la que todos podemos disfrutar. En mi visita, además de apreciar la belleza de tan singullar e impactante inmueble hecho de piedra que por sí mismo vale plenamente el paseo, tuve oprtunidad de recorrer el museo y de admirar cientos de las valiosas piezas arqueólogicas que en él se exhiben. Una par de ellas llamaron poderosamente mi atención y mi mente beisbolera, debo admitirlo, en forma espontánea e inmediata dio rienda suelta a la imaginación.

Les comparto la imagen: