Casa Llena

El béisbol y la Literatura

Antonio Canseco

"Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaban de comprender las cosas hasta que las ponen por escrito“

Haruki Murakami

No todos tienen la fortuna que tengo yo de contar con una hermana, como mi querida hermana María Antonieta. Puedo asegurarles que si hubiera en las enciclopedias o diccionarios una fotografía para ilustrar el concepto “promotor de la lectura” estaría sin lugar a dudas en ella su fotografía con varios libros en sus manos, que por supuesto ya ha leído. Su generosidad no se cierne a la familia o círculo cercano, ella promuve masiva y decididamente la lectura, envía notas, elocuentes mensajes y correos, sugiere títulos y autores, alerta respecto de las novedades editoriales, escribe magníficas reseñas llenas de erudición, participa en clubes de lectura y comparte la vida y su pasión por los libros con entusiasmo, e inteligencia. Mi hermana es el vivo ejemplo del que obtiene sabiduría y conocimiento de los libros, de quién es capaz de extraer de los textos lo valioso, lo que importa, lo que perdura.

Debo confesar querido lector que ella ha traído a mi vida grandes alegrías y emociones con sus generosas propuestas y sugerencias. Gratos momentos de diversión y aprendizaje se los debo a ella y a su constante forma de estar presente en mi vida. Por ello, al aventurarme en esta entrega en las aguas tempestuosas de la Literatura he decidido símbólicamente tenerla a mi lado, confiado en que podré salir bien librado del trance y misión que para mi significa escribir acerca de algunos destacados escritores contemporáneos que han utilizado al béisbol en sus tramas y trabajos o que se han nutrido de él para darle rienda suelta a su imaginación y creatividad. Así que contando con su apoyo -aún sin su consentimiento expreso- sin mayores preámublos, comencemos.

Uno de los autores más respetados en el presente siglo y la segunda parte del pasado lo es sin duda el norteamericano Paul Auster nacido en 1947 y cuyos trabajos le han hecho merecedor de fama y reconocimiento; tan es así, que en los últimos años es habitual observar su nombre en las quinielas de los posibles ganadores del Premio Nobel de Literatura.

La primera novela de Auster, escrita en 1982 bajo el pseudónimo de Paul Benjamín fue traducida al español como “Jugada de presión”, pero su título original en inglés lo es: “Squeeze Play” en referencia expresa a la jugada de béisbol –ya casi en desuso- que conocemos los latinoamericanos como toque de bola suicida. Más allá de ese guiño beisbolero, Auster en su gran novela “4 3 2 1” publicada en 2017, que a decir verdad, son muchas en una sola, estructuradas en cuatro versiones paralelas de la vida de un mismo personaje: Archie Ferguson, logra entrelazar el béisbol en la trama con inteligencia y verosimilitud. Memorable y emocionante resulta en su narración la recreación de lo sucedido en primer juego de la Serie Mundial de 1954 que disputaron los Gigantes de Nueva York y los Indios de Cleveland, siendo capaz de describir con elocuencia y emotividad la icónica atrapada que en aquel juego hiciera en el fondo del jardín central y de espaldas a home el gran Willie Mays. No es cosa fácil tomar una de las jugadas más célebres y memorables de la historia de las Series Mundiales y hacerla propia como lo hace el autor en la novela, de quien por cierto, se conoce y sabe, es un ferviente seguidor de los Mets de Nueva York. Lo poco que les he comentado, así como un accidente de automóvil producto de una escapada romántica en la clandestinidad que dejará trunca la ya destacada carrera de beisbolista colegial del personaje central de la historia son algunas de las referencias y reflecciones en torno al béisbol que esa magnífica novela tiene en sus páginas y cuya lectura no sólo es recomendable, sino imprescindible.

Si de literatura y béisbol les escribo, más que obligado resulta hacer referencia a la obra del cubano Leonardo Padura, merecedor por sus trabajos literarios del Premio Princesa de Asturias en 2015 y a quien recuerdo aún con emoción haberle visto recibir el referido premio portando con orgullo una pelota de béisbol en sus manos.

Nacido en La Habana en 1955, el prolífico autor que confiesa sin pudor que fue escritor, porque no pudo ser jugador de béisbol, es mundialmente conocido y reconocido por sus novelas policiacas y el célebre detective Mario Conde; más sin embargo, ha dedicado parte de su tiempo y creatividad al béisbol e imprscindible es la lectura de: “El alma en el terreno: Estrellas del béisbol”(1989) en coautoría con el periodista especializado en béisbol y su paisano Raúl Arce, así como su novela “Como polvo en el viento" (2020) donde uno de los personajes centrales coincide en algún momento de la trama con el lanzador cubano Orlando "El Duque" Hernández, del que sabemos que tras haber sido la máxima estrella de la Selección Nacional de béisbol de la Isla del Caribe huyó desafiando al mismísimo Fidel Castro en una balsa para jugar en las Grandes Ligas y hacer ya con algunas temporadas a cuestas en su brazo una brillante carrera que le permitió ganar tres anillos de Serie Mundial con los Yankees de Nueva York y uno más con los Medias Blancas de Chicago.

Quienes disfrutamos del béisbol, o de la llamada “pelota caliente” –una expresión eminentemente cubana- con el paso de los años y las temporadas hemos aprendido que sólo hay dos clases de peloteros: los cubanos y el resto de los jugadores. Algo que de igual forma aplica y sucede con Leonardo Padura y el resto de los escritores, cuando de escribir sobre béisbol se trata.

El ya fallecido escritor norteamericano Philip Roth (1933-2018) fue de los autores contemporáneos el primero en utilizar el béisbol como elemento central en uno de sus trabajos, “ La gran novela americana” (1973) que este año está cumpliendo media centuria de su publicación.

Roth en su trabajo de ficción ubicado en plena segunda guerra mundial (1943) narra la conspiración comunista para destruir la llamada Liga Patriota de béisbol de los Estados Unidos, como consecuencia de que el también ficticio equipo de los Mundys de Port Ruppert Nueva Jersey decide alquilar esa temporada su estadio al Departamento de Guerra de los Estados Unidos y de esa forma se ven obligados a jugar la temporada de principio a fin como equipo visitante. Las analogías al béisbol que se jugó en las Grandes Ligas durante la segunda guerra mundial son evidentes, pero con otros nombres, como en el caso de jardinero manco de la novela Bud Parusha, cuyo personaje está inspirado en el real y auténtico de carne y hueso Pete Gray que con un sólo brazo jugó en las Ligas Mayores para los Cafés de San Luis en aquellos de guerra y propaganda. En Roth, debemos reconocer no solo la originalidad de su trabajo, sino su atrevimiento al haber utilizado el pasatiempo favorito de los norteamericanos en una historia de tintes políticos y de conspiración en un mundo que ya vivía a plenitud la llamada guerra fría.

Tras este ejercicio, pudiera pensarse que la presencia del béisbol en la Literatura es un fenómeno del continente americano, pero no es así, del otro lado del mundo también se siente y se vive con intensidad el béisbol y la literatura. Claro ejemplo de ello es el escritor japonés y uno de mis autores predilectos: Haruki Murakami (1949), a quién conocí gracias a una de esas tantas sugerencias que a lo largo de la vida me ha hecho mi hermana. Murakami cuyos temas recurrentes son la soledad, el amor, la pérdida, el honor, la tradición en contraposición con la modernidad, así como la constante búsqueda de sus personajes de encontrar un lugar en el mundo, transita sus historias en un tono de melancolía y nostalgia donde la música suele jugar parte fundamental de sus relatos, es un autor que ha logrado atrapar por décadas a los lectores hasta constituirlo en el más internacional y leído de la literatura japonesa de todos los tiempos.

El metódico Murakami, corredor de maratones y que diariamente se levanta a escribir a las cuatro de la mañana el mismo número de páginas, es un ferviente aficionado de los Yakult Swallows de Tokio, una novena acostumbrada a las derrotas, a la que el propio escritor se refiere en los siguientes términos: “Una de las ventajas de animar a un equipo de segunda fila, como el mío —que a veces ha tenido más seguidores del equipo visitante en su propio estadio— es que sueles encontrarte las gradas medio vacías y no hay esperas innecesarias a la hora de comprar entradas. Un equipo así te otorga además la oportunidad de aprender el bello arte de la derrota, que es siempre de una profundidad mayor que el de la victoria.”

En sus celebradas novelas Tokio Blues (1987) y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1995) al igual que en algunos de sus más importantes libros de relatos y cuentos como: Sauce ciego, Mujer dormida (2009) y Primera persona del singular (2020) el béisbol aparece de una u otra forma en sus tramas y en las vivencias y recuerdos de sus personajes y no podía ser de otra forma, pues Murakami encontró su vocación literaria en un parque de béisbol al estar observando un partido de beisbol en el estadio Jingu de Tokio.

El propio escritor ha relatado más de una vez, que al observar al jugador norteamericano Dave Hilton hacer una gran atrapada supo en forma instantanea que debía escribir una novela. Aquella vivencia, fue el punto de partida de su primer novela: Escucha la canción del viento (1979), un momento de inspiración al que el propio Murakami a la distancia y tras una exitosa y brillante carrera literaria recuerda como una sensación muy cálida, que todavía puede sentir si la rememora.

Existen otros dotados y capaces escritores norteamericanos de la segunda parte del siglo pasado y lo que va de este, que si bien es cierto, no hacen literatura, sí ejercen con gran éxito la profesión de escritores. Me refiero a los talentosos John Grisham (1955) y Stephen King (1947) quienes han vendido millones y millones de ejemplares de sus trabajos, un fenómeno que se conoce en la jerga editorial como “Best Sellers.”

Grisham el prolífco y exitoso escritor de novelas de corte legal dejó la abogacia para emprender la carrera de escritor de tiempo completo y por más de tres décadas, año tras año ha producido para la diversión de su legión de lectores al menos una novela de esas carcaterísticas. El originario del estado de Arkansas y egresado de la Facultad de Leyes de la Universidad de Mississipi también es un apasionado del juego de pelota y un ferviente seguidor de los Cardenales de San Luis.

En sus novelas La granja (2001) uno de sus contados trabajos en los que el tema legal no es relevante o el hilo conductor de su relato, El hombre inocente (2006) por cierto la única en su haber que está basada en hechos reales y que muestra el injusto encarcelamiento y proceso legal de que fue objeto el jugador de béisbol profesional Ron Keith Williamson, así como las que produjo gracias a su imaginación y profundo conocimiento del sistema legal norteamericano: La apelación (2008) y Calico Joe (1012) el bésibol está presente jugando un papel importante en la trama.

Por su parte el maestro de las novelas de terror Stephen King, cuyas obras más celebres han llegado a la pantalla grande con rotundo éxito: Carrie, El Resplandor, Miseria y Sueños de Fuga por tan solo mencionar algunas, es un ferviente seguidor de los Medias Rojas de Boston y un orgulloso representante de la cultura y tradiciones de Nueva Inglaterra.

El nacido en el estado de Maine, ganador de la Medalla Nacional de las Artes, que es una presencia frecuente en el Fenway Park de Boston publicó en el año 2010 una novela corta denominada “Blockade Billy”, que aún no es traducida, ni publicada al español, pero cuya traducción podría ser “Billy el bloqueador” pues conlleva un juego de palabras, por ser el relato de un ficticio catcher o receptor suplente de un hipotético club de Ligas Mayores de los años cincuentas del pasado siglo, constiuye una historia que logra unir con éxito las dos más grandes pasiones del autor las historias de terror y el béisbol.

Parecería que la Literatura y el béisbol son actividades distantes y ajenas, más sin embargo y a las pruebas me he remitido son más cercanas de lo que muchos pudieran haberse imaginado. En el tintero han quedado los nombres y obras de otros escritores y sus trabajos, novelas, relatos, cuentos y hasta ensayos en torno al béisbol que bien merecen un comentario. Destacadamente el de los célebres escritores norteamericanos del siglo XIX: Walt Whitman y Mark Twain, indiscutibles pilares de la literatura norteamericana que fueron capaces, aún en los orígenes del juego de pelota de distingir su potencial y valía al exponerlo en sus trabajos. Por eso, les ofrezco regresar más adelante al tema, muy al estilo de las novelas por entrega que caracterizaban el trabajo creativo de los escritores de aquel siglo y época gloriosa para la Literatura Universal, por lo que hasta entonces, y como tan atinadamente dice y muy bien mi hermana, que tengan “felices lecturas.”

CÍRCULO DE ESPERA

Mal y de malas, comienza la formación del equipo mexicano que habrá de participar en el Clásico Mundial de Béisbol en marzo próximo tras la designación de Benjamín Gil como manager y responsable de la novena mexicana. A los federativos no les bastó el rotundo fracaso que tuvo Gil en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio 2020, pues habrá que recordar que fuimos el peor equipo de aquella contienda sin haber podido ganar un solo encuentro.

Se trata, una vez más, de una muy lamentable y desafortunada decisión, especialmente cuando existe un grupo talentoso de jugadores de probada presencia en las Ligas Mayores por dirigir. Ya veremos cuanto pesará esa decisión a la hora de la verdad. Pero claro es, que la designación del tijuanense además de ser una opción limitada ha puesto en alto riesgo las aspiraciones de la novena nacional. Tiempo al tiempo.

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